
|
H.P.
Blavatsky
en "La Voz
del
Silencio"
dice:
"Aquel que
pretenda
oír la Voz
de Nâda,
el Sonido
Insonoro,
y
comprenderla,
tiene que
enterarse
de la
naturaleza
del
Dhâranâ".
Nada es
aquí la
"Voz del
sonido
espiritual"
y Dhâranâ
la
perfecta
concentración
de la
mente
sobre un
objetivo
interno,
acompañada
de la
completa
abstracción
de todas
las
percepciones
del mundo
exterior.
Dice
Crowley
respecto a
este
versículo,
que el
principiante
comienza a
oír muy
pronto
ciertos
aspectos
de esta
Voz cuando
empieza la
práctica
del
Pranayama,
que
corresponde
en la
audición
al oscuro
velo que
se ve
cuando se
cierran
los ojos,
aunque
reconoce
que se
necesita
cierto
grado de
progreso
antes de
que pueda
oírse
nada.
Prosigue
Blavatsky:
"Cuando
haya
cesado de
oír los
muchos
sonidos,
entonces
podrá
discernir
el UNO, el
sonido
interior
que mata a
los
exteriores.
" Dice
Crowley de
este
versículo
que los
"muchos"
son
primariamente
los
sonidos
que tienen
lugar
fuera del
estudiante,
y después
los que
tienen
lugar
dentro,
como la
pulsación
de la
sangre
dentro de
los oídos,
etc.

La "Voz
del
Silencio"
continúa:
"Entonces,
únicamente,
y no
antes,
abandonará
la región
de lo
Falso (ASAT),
para
entrar en
el reino
de lo
verdadero
(SAT)".
"Antes de
que el
alma pueda
ver, debe
haberse
alcanzado
la Armonía
interior,
y los ojos
carnales
han de
estar
cegados a
toda
ilusión".
Dice
Crowley al
respecto
que esta
Armonía
interior
es un
estado en
el que ni
los
objetos
percibidos
por los
sentidos,
ni las
sensaciones
fisiológicas,
ni las
emociones,
pueden
perturbar
la
concentración
del
pensamiento.
"Antes de
que el
alma pueda
oír, es
necesario
que la
imagen
(hombre)
se vuelva
tan sorda
a los
rugidos
como a los
susurros,
a los
bramidos
de los
elefantes
furiosos,
como al
zumbido
argentino
de la
dorada
mosca de
fuego"
continúa
la Voz del
Silencio.

"Antes de
que el
alma sea
capaz de
comprender
y
recordar,
debe estar
unida al
Orador
silencioso,
de igual
modo que
la forma
en la que
es
modelada
la
arcilla,
lo está al
principio
con la
mente del
alfarero".
A lo que
añade
Crowley
que
cualquier
objeto
actual de
los
sentidos
es en
realidad
una
precipitación
de un
ideal.
Durante la
práctica
de la
concentración
sobre un
determinado
objeto,
poco a
poco se
rechaza su
apariencia
externa y
se llega a
ese ideal,
que
probablemente
no se
parecerá a
aquellos
objetos
que son
sus
manifestaciones
objetivas.

El texto
sigue
diciendo:
"Porque
entonces
el alma
oirá y
recordará".
"Y
entonces
el oído
interno
hablará LA
VOZ DEL
SILENCIO".
"Antes de
que puedas
sentar el
pie en el
peldaño
superior
de la
escala de
los
sonidos
místicos,
tienes que
oír la voz
de tu Dios
interior
de siete
formas
distintas".
"Como la
melodiosa
voz de un
ruiseñor
entonando
un canto
de
despedida
a su
compañera,
es el
primero.
Percíbese
el segundo
a la
manera del
sonido de
un címbalo
argentino
de los
Dhyânîs,
despertando
las
centelleantes
estrellas.
Suena el
siguiente
como el
lamento
melodioso
del
espíritu
del océano
aprisionado
dentro de
una
concha. Y
éste va
seguido
del canto
de la Vînâ.
El quinto
a manera
de flauta
de bambú,
suena
vibrante
en tu
oído. Y
luego se
convierte
en sonido
de
trompeta.
El último
vibra como
el sordo
retumbar
de una
nube
tempestuosa.
El séptimo
absorbe
todos los
demás
sonidos.
Estos se
extinguen
y no se
les vuelve
a oír
más".
Dice
Crowley de
este
último
sonido
silencioso
que se
trata más
bien de un
terremoto
que de un
sonido,
que
produce
una mezcla
de terror
y de
éxtasis
imposible
de
describir,
y que como
regla
general
descarga
completamente
la energía
del
adepto,
dejándole
más débil
que tras
un ataque
de
malaria.
Sin
embargo,
añade que
si la
práctica
ha sido
correcta
deja paso
a un
estado en
el que se
deja de
dirigir la
atención a
las cosas
intrascendentes.

Crowley
insinuó
que había
relación
entre el
libro la
"Voz del
Silencio"
de
Blavatsky
y la
entidad
misteriosa
denominada
LAM, de la
que habló
poco el
gran mago
Thelemita.
Sin
embargo,
esta
entidad ha
sido
contactada
posteriormente
por
distintos
magos como
Jean-Maine,
Bertiaux,
Grant,
etc. En
una
comunicación
con LAM
realizada
por el
autor de
este
artículo
en 1990,
recibió el
mensaje
siguiente:
"Escucha
la Voz que
suena
dentro de
ti, porque
esa es mi
Voz. Por
eso no
tengo
oídos,
porque yo
soy la Voz
misma, la
Voz
Primordial
de las que
todas las
voces y
sonidos no
son más
que
aspectos.
Yo soy la
acción y
reacción
de A sobre
M, la
fuerza de
L actuando
con A
sobre M.
Mira las
claves y
sabrás.
Yo te
hablo
dentro de
ti y
mientras
tengas
oídos para
escuchar y
escribas
estaré
contigo,
porque mi
forma de
expresión
es
'manual',
es decir,
a través
del
hombre.
Mira tu
mano
porque yo
la hice
para
expresarme
en el
silencio.
Cuando
hables a
través de
tu mano,
en
silencio,
mi Voz se
manifestará.

Maat, Nu,
Al, todo
está en
estas tres
palabras y
yo me
manifiesto
a través
de ellas:
MA NU AL.
Yo no doy
imágenes a
tu visión,
sólo doy
palabras a
tu mano,
porque
hablo en
silencio.
La
expresión
corporal
es mi Voz.
Yo me
manifiesto
en el
cuerpo
porque yo
soy el
cuerpo.
Toda la
fuerza que
hay dentro
de ti es
mi fuerza.
Desde los
albores de
la
creación
esta
fuerza no
se ha
detenido
nunca y
está ahora
escribiendo
por tu
mano,
porque yo
soy la
fuerza que
ha creado
el
universo y
que se
encuentra
latente y
silenciosa
dentro del
hombre.
Solamente
espero ser
invocada y
entonces
me
manifiesto.
Mi poder
está
oculto
tras el
velo de la
vida y de
la muerte.
Por eso
soy un
niño y un
viejo, y
por eso
estoy en
la
encrucijada
que separa
los mundos
y los
planos.
Por eso
soy el
vigilante
silencioso
que mira
el mundo
que yo
mismo he
creado.
Porque
sólo
aquellos
que miran
a través
de mis
ojos
rasgados
pueden ver
el mundo
tal como
es.
Sólo el
que está
dentro de
mi, es
decir, el
que ha
recibido
la
iniciación
que le ha
permitido
penetrar
por la
puerta de
los
mundos, es
aquel que
puede
mirar a
través de
mis ojos.
Busca en
el Mañongo
Mpabio y
en el
Elegguá,
porque yo
estoy
dentro. La
fuerza de
Samael es
mi
vestidura
para crear
los
mundos.
Permanece
quieto y
silencioso
y serás
como yo."
 |
|
|
En este
mensaje
hay muchas
connotaciones
que se
relacionan
con "La
Voz del
Silencio".
Las
palabras
Mañongo
Mpabio y
Elegguá
pertenecen
a la
tradición
criolla
afrocubana
del Abakuá
y de la
Santería.
El Mañongo
Mpabio es
en la
tradición
mágico-religiosa
de los
Ñáñigos (Abakuá)
una olla,
cazuela de
barro o
calabaza
que tienen
los brujos
Nasakó,
donde
guardan
todos sus
objetos
mágicos
más
preciados,
entre
ellos
huesos y
dientes
humanos de
sus
antepasados,
piedras de
poder y
elementos
de su
oráculo.
Elegguá es
un Oricha
(dios) del
sistema
Lucumí de
los Yoruba
(Santería)
que es un
auténtico
mensajero
entre los
demás
dioses y
los
hombres,
guardián
de puertas
y caminos
y el
primer
punto de
culto y
trabajo en
dicho
sistema
para el
que quiere
acceder a
los planos
sutiles.
Se suele
representar
físicamente
como una
cabeza
humana
realizada
en cemento
o piedra,
cuyos
ojos, boca
y orejas
son
caracoles
bivalvos,
y los
santeros
la colocan
al lado de
la puerta
de sus
casas y
cerca del
suelo.
Pero
ninguna
revelación
es posible
hasta que
el
Espíritu
Santo
purifique
y consagre
el cuerpo,
habitando
en él para
siempre.
Cuando
esto
sucede,
encuentra
allí a los
Daemones
(expresión
que se
relaciona
de alguna
forma con
los
instintos),
que a su
contacto
quedan
transformados
en
esencias
divinas o
arquetipos.
Ellos son
los que
actúan
sobre el
ciclo de
la vida y
de la
muerte en
el plano
físico,
realizando
esquemas
de
eternidad.

El sonido
o
vibración
es el gozo
pleno de
amor que
une al
iniciado
con su
propia
Esencia y
es la Voz
de Sophia,
de la
Sabiduría
divina
cuando
reconoce
al Soter o
Salvador
que viene
en su
busca.
El Nombre
de un
Adepto es
a su forma
encarnacional
individual
lo que la
esencia es
a la
sustancia.
El Nombre
encierra
en sí todo
el poder
que un
iniciado
puede
desarrollar
en sí
mismo. El
Nombre
supremo de
un Adepto
sólo puede
ser
conocido
por él
mismo y no
ha de ser
comunicado
a nadie
más. Es a
través de
ese Nombre
divino y
secreto
por el que
puede
crear con
su magia
su propia
teurgia.
Es por ese
Nombre por
el que
será
llamado a
la
Presencia
Divina.
Sólo
aquellos
cuyos
Nombres
brillan en
la Corona
Divina,
Kether,
viven
eternamente.
La
búsqueda
de nuestro
propio
Nombre
sagrado es
la
búsqueda
de la
Chispa
Divina que
yace
escondida
dentro de
nosotros
mismos,
aquella
que tiene
su propia
frecuencia
vibratoria
particular,
su propio
tono
musical
dentro de
la
"sinfonía"
del Logos
y que
constituye
nuestra
parcela
particular
de Luz
Eterna.

En la
medida que
el
iniciado
participe
de su
propio
Nombre
será
consciente
de la vida
eterna.
Habrá
nacido dos
veces y
será
heredero
del reino
espiritual,
donde su
Nombre
brillará
como las
estrellas
del
firmamento.
El hombre
que llega
a tener la
conciencia
del Uno,
vence al
tiempo y
al
espacio, y
su frente
se corona
con la
Gloria
luminosa
que le
proporciona
ese
conocimiento.
Entonces
sus
vehículos
sutiles se
hacen
diferentes
porque el
Poder está
en ellos.
Ya nunca
más es una
conciencia
que
necesita
moverse
para
conocer,
porque
ahora es
omniconsciencia.
Y el
iniciado
construye
un campo
de luz a
su
alrededor
al
penetrar
en él las
corrientes
espirituales.
Este campo
de luz
sólo puede
hacerse
con el Sol
espiritual,
es decir,
con las
energías
espirituales
que emanan
de nuestro
centro más
íntimo,
donde mora
la chispa
divina
enterrada
en nuestra
individualidad,
y con
energías
sutiles
que se
producen
en
nuestros
centros
inferiores
cuando son
despertados
adecuadamente.

Entonces
el
iniciado
conoce las
palabras
que
representan
correctamente
cualquier
realidad,
y a través
de dichas
palabras
de poder,
evoca la
espiritualidad
que
irradia
cada
realidad.
Las
vibraciones
externas e
internas
de cada
cosa son
una sola
para él,
porque
puede
percibirlas
a la vez.
Esta es la
visión de
la Luz en
el Vacío,
la visión
última a
la que el
iniciado
puede
acceder,
porque
entonces
tendrá en
su
conciencia
el máximo
de luz que
puede
obtenerse.
Sólo
después de
esta
experiencia
puede
conseguir
la paz y
la
tranquilidad
absoluta,
el Nirvana
de los
budistas y
el Samadhi
de los
yoguis.
Solamente
cuando uno
sigue a la
luz
interior
que surge
de la
consciencia
divina, es
cuando
puede
salir de
la
limitación
del mundo
de la
paradoja y
la
dialéctica.
Es esta
luz la que
como
piedra
filosofal
ha de
romper los
muros que
nos
impiden
ver la
Verdad del
Ser. Pero
hay que
buscar
esta
Piedra en
la base y
en lo más
profundo
de nuestra
existencia
personal.
Sólo así
la Voz de
la
Sabiduría
resonará
en
nosotros y
a través
nuestro,
esa
vibración,
auténtico
Nombre
personal o
individual,
se
expresará
hacia las
cuatro
direcciones
del
espacio-tiempo
y llegará
a todos
los
rincones
del
cosmos.

El adepto
se
manifiesta
entonces
glorioso a
través del
Mandala
creado en
su Templo.
Ha subido
la piedra
del
Conocimiento
desde su
centro
inferior
hasta su
frente, y
allí
brilla
magnificente,
iluminando
con su
sabiduría
el vacío
infinito
que lo
rodea. La
vibración
que emite
a lo largo
de las
cuatro
direcciones
es el
Nombre
mágico de
nuestro
ser
interno,
gracias al
cual
volvemos a
encontrar
siempre el
centro.
Porque a
pesar de
que los
ignorantes
lo
desconocen,
el que se
acerca al
nido de la
serpiente
con
sabiduría,
está
protegido
del
inmenso
poder que
allí se
esconde.
Sólo aquel
que conoce
su propio
Nombre
secreto es
capaz de
acercarse
a este
centro de
poder y
obtener de
él fuerza
y vigor
para sí
mismo y no
daño y
pena. Sólo
él podrá
robar la
sagrada
gema a la
serpiente
negra e
iluminar
con ella
su
sendero.
Esa luz de
la Verdad
Única
brillará
en su
frente, en
su centro
secreto
llamado
por muchos
"Tercer
Ojo" y por
otros
"Arca
Sagrada."

El Nombre
secreto
del
iniciado
según las
tradiciones
esotéricas
desde la
más remota
antigüedad,
es la
vibración
mántrica
que
representa
la
totalidad
individual
del
adepto, la
expresión
completa
de su Sí
mismo. Lo
que ocurre
es que
como el
desvelar
de esta
totalidad
es
progresivo
y por
etapas a
lo largo
del
proceso de
la
iniciación,
el
iniciado
se ve
obligado a
escoger un
Nombre
secreto o
de Luz en
cada etapa
de dicho
proceso.
El Nombre
secreto
final del
proceso es
un tipo de
vibración
distinta
de los
progresivos
sucedáneos
que uno
escoge en
cada nueva
etapa del
desarrollo
del
conocimiento
personal,
y por
supuesto
éste
último es
innombrable,
impronunciable
e
incomunicable
a los
demás
seres que
no han
alcanzado
dicha
etapa
final.

|
|
|
|