Este
arcano
representa
la
muerte,
pero
no
como
fenómeno
físico,
sino
como
transformación
interior
que
forzosamente
y
con
angustia
acarreará
la
disolución
urgente
de
viejas
relaciones.
Hay
que
cortar
los
cordones
y
lazos,
hay
que
liberar
a
las
almas
prisioneras
de
sus
ataduras.
Este
proceso
transita
con
dolor
porque
la
destrucción
y la
pérdida
del
vínculo
generan
muchísima
tristeza,
melancolía
y
depresión.
Al
romper
los
lazos
se
tiene
ganada
la
mitad
de
la
batalla
y se
consigue
parte
de
la
victoria;
cuánto
más
grande
sea
el
deseo
de
aferrarse
a
las
viejas
relaciones,
más
difícil
de
aceptar
será
la
muerte.
El
Fénix
alza
el
vuelo
una
vez
que
el
fuego
de
la
conversión
ha
consumido
todo,
reduciéndolo
a
cenizas.
Todo
el
mundo
sabrá
que
ha
sucedido,
esta
energía
es
muy
fuerte
como
para
pasar
desapercibida,
hay
una
transformación
pública
por
la
evidencia
del
cambio.
El
dolor
moral
sufrido
será
beneficioso
a lo
largo
de
la
vida.
Es
una
carta
relacionada
con
el
ciclo
de
la
vida,
la
transformación
y la
renovación
del
universo
y su
eterno
movimiento.
Significa
también
la
liberación
del
espíritu
a
través
de
la
materia,
dolor,
luto,
tristeza,
final
inevitable.
INTRODUCCIÓN
|
Desde
que
el
hombre
es
tal,
la
muerte
ha
sido
objeto
de
temor
y de
ritualidad.
El
hombre,
cuando
desarrolló
la
mente
simbólica,
comenzó
a
tomar
consciencia
del
significado
de
la
muerte,
y
eso
ocurrió
hace
mucho
tiempo.
Pero
como
tales,
las
primeras
sepulturas
datan
del
Neolítico,
hace
10.000
años.
En
ese
período
de
tiempo,
a
los
muertos
se
les
asegura
una
estancia
estable
y
protegida;
se
tapiaban
las
grutas
en
las
que
el
cuerpo
era
depositado
bajo
túmulos,
dólmenes
o
monumentos
funerarios
que
son,
en
cierto
modo,
los
primeros
cementerios.
Para
la
mayoría
de
las
religiones,
la
muerte
es
un
proceso
inevitable
y
natural
que
forma
parte
de
la
vida.
Para
los
Esenios
en
particular,
el
cuerpo
es
corruptible
mientras
que
el
alma
es
inmortal
e
imperecedera.
De
este
modo,
la
muerte
libera
el
alma
de
la
prisión
material.
Judíos,
cristianos
y
musulmanes,
comparten
la
creencia
en
una
supervivencia
del
alma
después
de
la
muerte.
En
la
religión
hindú.
Los
fieles
de
esta
creencia
están
convencidos
de
la
transmigración
de
las
almas,
cuando
muere
el
cuerpo,
el
alma
sigue
con
vida
y
encarna
en
otro
mortal,
planteando
así
el
dogma
de
la
rueda
de
reencarnaciones.
Algo
parecido
ocurre
en
el
budismo.
Los
egipcios,
hacían
gala
de
un
complejo
ritual
en
relación
a la
muerte.
Más
apegados
a lo
material,
sentían
que
era
necesario
proteger
el
cuerpo
de
forma
minuciosa,
razón
por
la
cual
desarrollaron
el
proceso
de
momificación.
Así,
se
protegía
al
muerto
de
cara
a un
largo
viaje
para
el
cual,
al
finado
le
colocaban
amuletos
protectores.
En
África,
la
muerte
es
vista
como
una
etapa
de
renovación
del
hombre,
un
camino
hacia
el
más
allá,
que
es
un
lugar
de
tránsito.
La
mayoría
de
las
tribus
reconocen
la
transmigración;
no
retienen
al
difunto,
sino
que
le
autorizan
a
regresar
a la
tierra
e
iniciar
un
nuevo
círculo
vital.
Es
sorprendente
saber
que
sólo
las
comunidades
cristianas,
judías
y
musulmanas
disponen
de
cementerios
propios.
En
otras
culturas
se
deshacen
de
las
víctimas.
Por
ejemplo,
en
la
India
o en
el
Nepal,
"arrojan
las
cenizas
de
los
cuerpos
que
antes
han
incinerado
al
río
Benarés".
Por
aquellos
lugares,
la
cremación
es
una
práctica
común,
síntoma
quizá
del
desapego
por
lo
material,
quizá
a
consecuencia
de
la
creencia
en
la
transmigración
de
las
almas.
Si
es
así,
qué
importa
el
destino
de
lo
material.
|
|
LA
MUERTE
COMO
PROCESO
BIOLÓGICO
-
ESPIRITUAL
La
humanidad
comparte
el
concepto
de
la
muerte
como
un
proceso
biológico
natural
que
se
manifiesta
con
el
cese
de
las
funciones
vitales
del
ser
humano,
pero
una
visión
más
amplia
nos
permite
concebirla
también,
como
un
proceso
espiritual
mediante
el
cual
el
espíritu
abandona
el
cuerpo
físico
para
continuar
viviendo
en
otro
plano
o
dimensión.
Según
la
Dra.
Elisabeth
Kübler-Ross,
en
su
libro
"La
muerte
un
amanecer",
en
el
cual
expone
largos
años
de
experiencias,
expresa
que:
"La
muerte
es
sólo
un
paso
más
hacia
una
forma
de
vida
en
otra
frecuencia.
(...)
la
experiencia
de
la
muerte
es
casi
idéntica
a la
del
nacimiento.
Es
un
nacimiento
en
otra
existencia...
la
muerte
no
es
más
que
el
abandono
del
cuerpo
físico,
es
el
paso
a un
nuevo
estado
de
conciencia
en
el
que
se
continúa
experimentando,
viendo,
oyendo,
comprendiendo,
riendo
y en
el
que
se
tiene
la
posibilidad
de
continuar
creciendo".
|
Luego
del
desprendimiento
del
cuerpo,
el
alma
o
espíritu
atraviesa
un
período
de
"convalecencia",
para
recuperar
sus
fuerzas
de
espíritu
libre
de
la
materia.
La
lucidez
de
las
ideas
y la
memoria
de
su
vida
retornan
muy
lentamente,
de
acuerdo
con
su
grado
de
superioridad
espiritual
o
elevación.
En
este
momento
de
"despertar"
al
mundo
o
plano
espiritual,
el
espíritu
nunca
se
encuentra
solo:
es
asistido
o
recibido
por
su
Ángel
Guardián
o
Espíritu
Protector
y
espíritus
familiares
a
los
que
unió
en
vida
el
amor,
clara
expresión
del
cumplimiento
de
la
Ley
de
Solidaridad
Universal
entre
ambos
planos.
Sea
cual
sea
la
condición
del
espíritu,
siempre
se
hallará
contenido
por
esos
seres
espirituales
que
se
encuentran
ocupados
y
preocupados
por
su
proceso
evolutivo.
En
este
nuevo
mundo
o
planos,
siempre
apoyado
por
otros
espíritus
más
evolucionados
que
él,
repasa
su
vida,
analiza
sus
errores
y
sus
aciertos,
ve,
oye
y se
comunica
a
través
del
pensamiento
y
del
sentimiento
en
forma
directa,
trata
de
intuir
y
apoyar
a
aquellos
seres
que
dejó
en
la
materia,
porque
el
amor
y el
afecto
conquistado
son
vínculos
que
no
se
interrumpen
o
destruyen
con
la
separación
física.
A
este
mundo
espiritual
podríamos
definirlo
como
imponderable
porque
no
es
mensurable
por
lo
humano
o
material
y en
él,
el
espíritu
deberá
aprender
a
desplazarse
sin
el
peso
del
cuerpo
o la
atracción
de
la
ley
de
gravedad.
A
pesar
de
todo
esto,
el
dolor
ante
la
muerte
de
un
ser
querido
es
inevitable,
porque
implica
una
separación
transitoria
y el
dejar
de
experimentar
la
sensación
física
de
su
presencia
y
ello,
naturalmente,
deja
un
hueco
que
lleva
un
tiempo
poder
recomponer.
Conocer
y
saber
más
sobre
este
proceso
común
en
la
vida
de
todo
ser
humano
puede
ayudar
a
encarar
el
tema
desde
otra
óptica,
más
amplia
y
evolucionista
de
la
vida.
El
Dr.
Rubén
Bild,
especializado
en
la
disciplina
que
se
ocupa
del
fenómeno
de
la
muerte
en
sí,
como
un
proceso
más
del
ciclo
vital
del
individuo
y de
los
fenómenos
psíquicos
que
se
producen
frente
a la
misma,
manifiesta
que:
"La
muerte
es
un
tema
eludido,
soslayado,
negado
por
nuestra
sociedad
moderna,
que
ha
hecho
un
culto
de
la
juventud.
Olvidamos
que
es
una
parte
de
la
existencia,
como
el
nacer
y
que
también
en
esa
etapa
final
puede
haber
crecimiento
y
desarrollo.
No
es
una
enfermedad
(...)
ni
una
prisión
de
la
que
debemos
escapar.
Los
que
han
tenido
la
fortuna
de
que
la
muerte
les
avisara
su
llegada
por
anticipado,
tuvieron
una
posibilidad
más
de
llegar
a
ser,
en
esos
postreros
momentos,
plenamente
humanos".
LA
INMORTALIDAD
DEL
ALMA
El
conocimiento
espiritual
comparte
con
otros
saberes
y
doctrinas,
la
seguridad
de
que
el
espíritu
es
inmortal
y
que
guarda
en
sí
todos
los
sentimientos
cultivados
en
la
vida
material,
porque
estos
no
conocen
de
fronteras
y
límites
terrenos.
Sin
dudas,
nos
sentiremos
más
tranquilos
y
serenos
al
saber
que
cuando
el
espíritu
recobre
sus
fuerzas
en
el
mundo
espiritual,
podrá
asistirnos
mediante
la
intuición,
la
fortificación
a
nuestras
luchas,
acompañando
nuestros
pensamientos
y
sentimientos,
siempre
que
nos
predispongamos
en
la
reflexión
serena
a
recibir
su
ayuda.
Podremos
percibirlos
entonces,
de
otra
manera,
y la
calma
y la
conformidad
que
vayamos
logrando
a
medida
que
transcurra
el
tiempo
nos
ayudará
y
ayudará
también
al
ser
que
dejó
el
plano
material
a
conseguir
la
suya.
La
fe
en
Dios
y en
la
misericordia
de
sus
leyes
que
nos
guían
y
protegen,
aunque
no
siempre
podamos
razonarlas,
nos
darán
más
serenidad
y
entrega
para
saber
que
la
muerte
es
sólo
el
comienzo
de
otra
vida
más
plena,
donde
nos
reencontraremos,
en
algún
momento,
con
quienes
luchamos,
vivimos
y
amamos,
para
seguir
aprendiendo
y
progresando.
La
certeza
de
la
supervivencia
del
espíritu
luego
de
la
muerte
del
cuerpo
físico,
constituye
una
realidad
trascendente
al
aportar
conocimientos
sobre
la
inmortalidad
del
alma
y
lleva
serenidad
y
confianza
en
los
procesos
de
la
evolución.
Así
lo
expresa,
la
primera
de
las
máximas
de
LAS
TRES
GRANDES
VERDADES
DEL
MASÓN:
“El
Alma
del
hombre
es
inmortal
y su
porvenir
es
el
destino
de
algo
cuyo
crecimiento
y
esplendor,
no
tiene
límites”.
Significando
lo
anterior,
que
para
el
Masón,
la
MUERTE,
como
fin
material
de
todos
los
Seres,
en
el
plano
de
existencia
material–terrenal,
da
origen
al
NACIMIENTO
de
una
NUEVA
VIDA;
es
decir,
de
una
Esencia
Espiritual
que
JAMÁS
DESAPARECE,
y
además
es
susceptible
de
continuar
progresando,
de
conformidad
con
el
nivel
de
los
planos
en
cuyo
medio
se
desarrolla.
LA
MUERTE
INICIÁTICA
Para
Rene
Guénon,
en
su
libro
“Apercaciones
sobre
la
Iniciación”,
la
palabra
muerte,
debe
ser
entendida
en
su
sentido
más
general,
como
un
cambio
de
estado,
cualquiera
que
sea,
es a
la
vez
una
muerte
y un
nacimiento,
según
que
se
considere
por
un
lado
o
por
el
otro:
muerte
en
relación
al
estado
antecedente,
nacimiento
en
relación
al
estado
consecuente.
En
la
iniciación
masónica,
que
es
una
muerte
iniciática,
se
describe
como
un
segundo
nacimiento,
lo
que
es
en
efecto;
pero
este
segundo
nacimiento,
implica
necesariamente
la
muerte
al
mundo
profano.
Esta
muerte
simbólica,
es
como
una
suerte
de
recapitulación
de
los
estados
antecedentes,
por
la
que
las
posibilidades
que
se
refieren
al
estado
profano
serán
definitivamente
agotadas,
a
fin
de
que
el
ser
pueda
desarrollar
desde
entonces
libremente
las
posibilidades
de
orden
superior
que
lleva
en
él,
y
cuya
realización
pertenece
propiamente
al
dominio
iniciático.
Muerte
y
nacimiento,
permite
el
paso
del
orden
profano
al
orden
iniciático.
Esto
puede
ser
entendido
como
una
regeneración
psíquica;
y es
en
efecto
en
el
orden
psíquico,
es
decir,
en
el
orden
donde
se
sitúan
las
modalidades
sutiles
del
estado
humano,
donde
deben
efectuarse
las
primeras
fases
del
desarrollo
iniciático;
pero
éstas
no
constituyen
una
meta
en
sí
mismas,
y no
son
todavía
más
que
preparatorias
en
relación
a la
realización
de
posibilidades
de
un
orden
más
elevado,
queremos
decir,
del
orden
espiritual
en
el
verdadero
sentido
de
esta
palabra.
El
neófito
muere
a la
vida
profana
para
renacer
a
una
nueva
existencia,
santificada,
renace
igualmente
a un
nuevo
ser
que
hace
posible
el
conocimiento,
la
conciencia
y la
sabiduría.
El
iniciado
no
es
solamente
un
recién
nacido:
es
un
hombre
que
sabe,
que
conoce
los
misterios,
que
ha
tenido
revelaciones
de
orden
metafísico.
Muere
a
viejos
rencores,
odios
y
otros
vicios,
adaptándose
a
los
cambios,
renunciando
al
ego.
Al
igual
que
en
la
muerte
física,
se
entregan
a la
gracia
de
lo
superior,
constantemente,
para
renacer.
Dejan
lo
viejo
sin
dolor
y
toman
lo
nuevo
con
naturalidad.
Viven
en
el
reino
de
la
razón
y la
actividad
mental.
Tienen
capacidad
de
conectarse
con
energías
ancestrales
para
esclarecer
situaciones.
Son
serviciales,
muy
responsables
y
exigentes
consigo
mismos,
con
gran
capacidad
de
perdón,
de
olvido,
de
transformación
y
auto
sacrificio,
poseen
una
gran
sensibilidad,
seguridad
consciente
y
conciencia
de
comunidad.
La
muerte
simbólica,
atiende
el
llamado,
a la
entrega,
y al
de
dejar
ir
las
cosas.
La
entrega
es
lo
opuesto
al
abandono,
es
liberarse
del
deseo
de
querer
controlar
las
cosas,
y
dejar
ir
tus
ideas
y
esquemas
del
pasado
que
limitan
las
posibilidades.
La
entrega
es
liberarse
de
las
ataduras
de
la
acción
preconcebida
para
que
puedas
vivir
una
vida
más
inspirada,
sin
creencias
limitadoras.
La
muerte
simbólica
revela
el
ser,
el
verdadero
ser,
al
podar
las
partes
innecesarias.
Busca
nuevas
maneras
de
ser,
nuevas
ideas
y
nuevas
direcciones
que
ocupen
el
vacío
que
has
creado
con
tu
entrega
y
liberación.
Siente
el
bálsamo
de
perdonar
que
sea
intrínseco
con
el
reino
de
la
muerte.
Deja
ir
las
cosas,
y en
acto
de
dejarlas
ir,
el
universo
te
renueva
con
nueva
Vida.
CONCLUSIONES
De
lo
anterior
y
sin
temor
a
equivocarse,
se
puede
concluir
que
los
hombres
mueren,
pero
no
perecen,
sino
que
de
nuevo
comienzan
a
vivir.
La
fuerza
vital
en
indestructible,
subsiste
más
allá
de
la
muerte.
Estamos
sometidos
a un
constante
proceso
de
transformación,
todo
cambia
e
inclusive
puede
ser
destruido,
pero
siempre
se
conserva
la
fuerza
vital
a la
cual
debe
su
existencia;
lo
eterno,
aquello
que
no
puede
desaparecer,
pues
una
y
otra
vez
vuelve
a
resurgir
en
forma
distinta,
se
renueva
y
vuelve
a
nacer.
La
propia
idea
de
la
vida
contiene
ya
el
germen
de
la
muerte
y se
expresa
en
un
principio
dualista.
La
idea
de
la
resurrección
humana
se
basa
en
la
reaparición
de
los
astros
después
de
que
han
descendido
detrás
del
horizonte
al
mundo
de
los
muertos.
Esta
enseñanza
que
todos
los
días
nos
lo
hace
vivir
el
propio
Sol,
naciendo
incansablemente
por
oriente
y
muriendo
indefectiblemente
por
el
poniente;
permanentemente
siguen
este
ciclo
cósmico
del
nacer
y el
morir
-
morir
y
nacer.
"Ni
la
naturaleza
ni
el
hombre
están
condenados
a la
muerte
eterna.
Las
fuerzas
de
la
resurrección
actúan:
el
sol
reaparece
cada
mañana
después
de
haber
pasado
la
noche.
Muere
y
renace;
del
mismo
modo
que
la
luna
desaparece
del
cielo
y
reaparece
al
ritmo
de
sus
fases.
La
muerte
y la
vida
son
dos
aspectos
de
una
misma
realidad.
La
vida
brota
de
la
muerte,
como
la
pequeña
planta,
del
grano
que
se
descompone
en
el
seno
de
la
tierra.
La
muerte
no
es
real,
incluso
en
el
sentido
relativo
-no
es
sino
nacimiento
a
una
nueva
vida-
es
ir
adelante,
y
adelante,
y
adelante,
a
planos
de
vida
superiores
y
más
altos
todavía,
por
eones
sobre
eones
de
tiempo.
El
universo
es
nuestro
hogar,
y
con
la
muerte,
solo
estaremos
explorando
sus
más
alejados
escondrijos
antes
del
fin
del
tiempo.
Estamos
habitando
en
la
mente
infinita
del
TODO,
y
nuestras
posibilidades
y
oportunidades
son
infinitas,
tanto
en
tiempo
como
en
espacio.
Y al
final
del
gran
ciclo
de
eones,
cuando
EL
TODO
atraiga
de
vuelta
hacia
sí
todas
sus
creaciones,
iremos
contentos,
pues
entonces
seremos
capaces
de
conocer
toda
la
verdad
de
ser
uno
con
EL
TODO.
Tal
es
el
dictamen
de
los
iluminados
-aquellos
que
han
avanzado
mucho
a lo
largo
del
sendero.
Las
personas
mueren
de
diferentes
enfermedades,
en
diferentes
circunstancias
y
ámbitos
culturales,
con
diferentes
niveles
de
conciencia
y
con
diferentes
percepciones
de
lo
que
constituye
una
buena
muerte.
La
relación
que
cada
uno
de
nosotros
establece
con
la
muerte
se
teje
en
el
plano
más
íntimo,
a
través
de
la
conciencia
personal,
matizada
por
la
época,
las
creencias
y
los
conocimientos
y en
base
a
ello
cada
cual
vuelve
la
vista
para
buscar
un
sentido
a su
propia
muerte.
Entendamos
pues
la
muerte
como
la
metamorfosis
del
gusano
de
seda
en
una
mariposa;
como
el
proceso
donde
el
individuo
se
deshace
de
su
cubierta
exterior,
que
le
ha
servido
durante
su
vida
terrenal
por
los
años
de
su
existencia.
La
certeza
de
la
supervivencia
del
espíritu
luego
de
la
muerte
del
cuerpo
físico,
constituye
una
realidad
trascendente
al
aportar
conocimientos
sobre
la
inmortalidad
del
alma
y
lleva
serenidad
y
confianza
en
los
procesos
de
la
evolución.
El
conocimiento
espírita
comparte
con
otros
saberes
y
doctrinas
la
seguridad
de
que
el
espíritu
es
inmortal
y
que
guarda
en
sí
todos
los
sentimientos
cultivados
en
la
vida
material,
porque
estos
no
conocen
de
fronteras
y
límites
terrenos.
Sin
dudas,
nos
sentiremos
más
tranquilos
y
serenos
al
saber
que
cuando
el
espíritu
recobre
sus
fuerzas
en
el
mundo
espiritual,
podrá
asistirnos
mediante
la
intuición,
la
fortificación
a
nuestras
luchas,
acompañando
nuestros
pensamientos
y
sentimientos,
siempre
que
nos
predispongamos
en
la
reflexión
serena
a
recibir
su
ayuda.
Podremos
percibirlos
entonces,
de
otra
manera,
y la
calma
y la
conformidad
que
vayamos
logrando
a
medida
que
transcurra
el
tiempo
nos
ayudará
y
ayudará
también
al
ser
que
dejó
el
plano
material
a
conseguir
la
suya.
La
fe
en
Dios
y en
la
misericordia
de
sus
leyes
que
nos
guían
y
protegen,
aunque
no
siempre
podamos
razonarlas,
nos
darán
más
serenidad
y
entrega
para
saber
que
la
muerte
es
sólo
el
comienzo
de
otra
vida
más
plena,
donde
nos
reencontraremos,
en
algún
momento,
con
quienes
luchamos,
vivimos
y
amamos,
para
seguir
aprendiendo
y
progresando.
Isabel
Allende
dice
en
en
sus
escritos:
"Cuentos
de
Eva
Luna"
"...
La
muerte,
con
su
ancestral
carga
de
terrores,
es
sólo
el
abandono
de
una
cáscara
ya
inservible,
mientras
que
el
espíritu
se
reintegra
en
la
energía
única
del
cosmos..."
LUZ
INTERIOR
AMONRA
UNA
LUZ
EN
VUESTRO
CAMINO.
FELILUXOR
FE Y
FELICIDAD
EN
LA
LUZ
DE
ORO
A
MIS
PADRES
Y
HERMANOS
QUE
ESTÁN
EN
LOS
CIELOS
Y EN
LA
TIERRA.
POR
UNA
ALIANZA
FORTALECIDA
EN
LA
CONSERVACIÓN
A LO
QUE
NUESTRO
PADRE
DE
LOS
MUNDOS
NOS
HA
DADO
COMO
HERENCIA
KARMICA
TRABAJANDO
EN
COMUNIDAD
POR
LA
CONTINUIDAD
DE
LA
VIDA.
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