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Estamos
aquí,
más
que
por
un
deber
masónico
o
familiar,
por
un
llamado
del
corazón.
El
lamentable
acontecimiento,
nos
requiere
solidarios
entorno
a
nuestros
sentimientos
más
profundos
e
íntimos.
Tenemos
la
percepción,
de
que
el
tiempo
se
ha
detenido
y
nos
ha
dejado
atónitos
tratando
de
conseguir
alguna
explicación
del
triste
suceso.
Allí,
ante
lo
desconcertante
del
infortunio,
requerimos
los
masones,
echar
mano
a
nuestros
instrumentos
que
permiten
restaurar
y
las
virtudes
que
nos
procuren
fortaleza
y
mesura.
Cuando
un
Masón
parte
serenamente
hacia
el
Oriente
Eterno,
resignadamente
aceptamos
que
se
están
cumpliendo
los
designios
naturales.
Pero
cuando
un
H.•.
Parte
por
ese
camino
infinito,
en
el
proceso
de
concluir
su
obra
y es
lacerada
su
vida
en
pleno
esplendor
y
llena
aún
de
sueños
inconclusos,
entonces
nos
embarga,
además
de
la
desolación
y el
dolor,
una
profunda
sinrazón,
que
por
momentos
nos
ubica
en
lo
incomprensible.
No
podemos
concebir
sin
llegar
al
absurdo,
que
en
una
población
de
menos
de
quince
mil
habitantes,
en
remotos
parajes
de
la
cordillera
larense,
pueda
perpetrarse
un
oprobioso
crimen
de
esta
naturaleza.
De
ser
así,
de
pertenecer
esta
especie
de
delito
a lo
cotidiano,
estaríamos
sin
lugar
a
dudas,
pasando
por
una
de
las
crisis
de
valores
más
profundas
y
tenebrosas
de
nuestra
historia.
En
las
leyendas
masónicas,
también
los
júbilos
y
jubelumnes
representando
la
ambición
y la
avaricia
ciegan
la
vida
del
Maestro
Constructor
personificando
este,
el
conocimiento
y la
tradición.
"Invoquemos
al
Gran
Arquitecto
del
Universo,
ese
Principio
Creador
en
quién
creemos
los
Masones
pero
a
quién
no
definimos,
para
que
guíe
el
Alma
Inmortal
de
nuestro
H.•.
por
la
Jerusalén
Celeste
hasta
su
total
integración
a Él
y
donde
a su
lado,
estaremos
compartiendo
lugar
de
honor
y
gloria.
Imploramos
al
hacedor
del
mundo,
que
nuestra
Nekam
esté
dirigida
a la
búsqueda
de
Justicia
y
que
dé
paz
y
sosiego
a
sus
familiares,
para
quienes
nuestra
Fraternidad
será
siempre
asilo
de
amor
y
cariño".
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