La
agonía
es
el
preludio
de
la
separación
del
alma
y
del
cuerpo,
se
puede
decir
que
en
este
momento
el
hombre
sólo
tiene
un
pie
en
este
mundo
y el
otro
fuera
de
él.
Este
tránsito
es
algunas
veces
penoso
para
los
que
están
muy
ligados
a la
materia
y
han
vivido
más
para
los
bienes
de
este
mundo
que
para
los
del
otro,
o
cuya
conciencia
está
agitada
por
los
pesares
y
remordimientos;
en
aquellos,
por
el
contrario,
cuyos
pensamientos
se
han
elevado
al
infinito
y
están
desprendidos
de
la
materia,
los
lazos
son
menos
difíciles
de
romper
y
los
últimos
momentos
nada
tienen
de
doloroso;
el
alma,
entonces,
sólo
se
une
al
cuerpo
por
un
hilo,
mientras
que
en
la
otra
posición
está
unida
a él
por
profundas
raíces;
en
todos
los
casos
la
oración
ejerce
una
acción
poderosa
sobre
el
trabajo
de
la
separación.
(Véase
adelante:
Oraciones
para
los
enfermos;
El
Cielo
y el
Infierno,
Segunda
Parte,
cap.
I,
El
Tránsito).
ORACIÓN:
Dios
poderoso
y
misericordioso,
he
aquí
un
alma
que
deja
su
envoltura
terrestre
para
volver
al
mundo
de
los
Espíritus,
su
verdadera
patria;
que
pueda
entrar
allí
en
paz
y
que
vuestra
misericordia
se
extienda
sobre
ella.
Buenos
Espíritus,
que
la
acompañasteis
en
la
Tierra,
no
la
abandonéis
en
este
momento
supremo;
dadle
fuerza
para
soportar
los
últimos
sufrimientos
que
debe
padecer
en
este
mundo
para
su
adelantamiento
futuro;
inspiradle
para
que
ella
consagre
al
arrepentimiento
de
sus
faltas
los
últimos
destellos
de
inteligencia
que
le
restan
o
que
pueden
volverle
momentáneamente.
Dirigid
mi
pensamiento
a
fin
de
que
su
acción
haga
menos
penosa
la
separación,
y
que
lleve
en
su
alma,
en
el
momento
de
dejar
la
Tierra,
los
consuelos
de
la
esperanza.
Esta
oración
se
encuentra
en
el
“Evangelio
Según
el
Espiritismo”.