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"Velad,
manteneos firmes
en la fe, sed
hombres, sed
fuertes".
I Cor 16:13
"Ponte en vela,
Reanima lo que
te queda y está
a punto de
morir"
Ap 3:2
“Vigila sin
descanso, hombre
de paz, hombre
de deseo, para
que el trono
esté firme e
inamovible, ya
que, si este
trono no está en
buenas
condiciones,
puedes retrasar
con tu
negligencia la
obra y la
manifestación de
las maravillas y
las gracias del
Señor”.
“Vela, vela
mientras estés
entre los hijos
de la violencia.
Ellos te
persuadirán de
que tienen algún
poder, y nada
pueden.
¿Cómo serán
amigos de la
verdad, si las
comparaciones
que ellos nos
presentan son
siempre falsas?
En los seres
aparentes, no
queda ninguna
impresión de la
acción de los
seres
verdaderos; he
ahí porqué las
tinieblas no
pueden
comprender la
luz.
Si deseas
comprenderla, no
la compares a
nada de aquello
que conoces.
Purifícate,
pide, recibe,
actúa: toda la
obra está en
estos cuatro
tiempos.
¿Purificarse no
es orar, ya que
es combatir?
¿Y qué hombre
osaría caminar
sin purificarse,
ya que no puede
dar un paso sin
colocar el pie
sobre los
peldaños del
altar?
No es suficiente
dejar de dudar
del poder del
Señor; es
preciso también
no dudar del
tuyo.
Porque Él te
concedió un
poder, pues te
dio un nombre y
pide sólo que lo
utilices.
No dejes, por
tanto, la obra
entera a cargo
de tu Dios, pues
Él quiso dejarte
algo para hacer.
Está siempre
dispuesto a
derramar sobre
ti todos los
bienes; te pide
sólo que vigiles
los males que te
rodean y no te
dejes
sorprender.
Su amor expulsó
estos males del
templo en tu
beneficio;
¿llegaría tu
ingratitud al
punto de
dejarlos volver?
“No te relajes,
hombre de deseo,
porque el Dios
de los seres no
tiene
inconveniente en
venir a hacer
una alianza con
tu alma ni tiene
inconveniente en
venir a realizar
con ella esta
generación
divina y
espiritual en la
que él te aporta
los principios
de vida y quiere
encargarte del
cuidado de
darles la forma.
Si quisieras
observarte con
atención,
notarías que
todos estos
principios
divinos de la
esencia eterna
deliberan y
actúan con
fuerza dentro de
ti, cada uno de
ellos según su
virtud y su
carácter; te
darías cuenta de
que puedes
unirte a esas
fuerzas
supremas,
hacerte uno con
ellas,
transformarte en
la naturaleza
activa de su
acción y ver que
todas tus
facultades
crecen y se
avivan por
multiplicidades
divinas;
sentirías que
estas
multiplicidades
se mantienen y
crecen en ti
todos los días,
porque la
impresión que
habían
transmitido a tu
ser los
principios de
vida las
atraería cada
vez más y, al
final, estos
principios no
harían en
realidad más que
atraerse ellos
mismos en ti,
puesto que te
habrían
asimilado a
ellos”.
“Mantendré mi
alma en
actividad, para
tener
continuamente en
mí la prueba de
mi Dios.
La mantendré
ocupada en la
meditación sobre
las leyes del
Señor.
La mantendré
ocupada en la
práctica y en el
hábito de todas
las virtudes.
La mantendré
ocupada en
regenerarse en
las fuentes
vivificadoras.
La
mantendré ocupada en
cantar todas las
maravillas del Señor y
la inmensidad de su
ternura por el hombre.
¿Qué instantes podrán
quedarle que no sean
llenados por la oración?
Mi vida será un cántico
continuo, pues el poder
y el amor de Dios son
ilimitados.
Inmediatamente que me
aproxime al Señor para
alabarlo, Él me enviará
al Santificador.
El Santificador me
enviará al consolador.
El consolador me enviará
al amigo del orden.
El amigo del orden me
enviará el amor de la
casa de mi Dios.
El amor de la casa de mi
Dios me enviará la
liberación.
Y las tinieblas se
apartarán de mí y serán
precipitadas para
siempre en sus abismos”.
“…así es como se dan a
conocer las recompensas
prometidas al hombre de
deseo, que se ha
consumido en la
vigilancia y en el celo
por guardar la ciudadela
que se le ha confiado, a
este hombre de deseo,
que se ha prometido no
dedicarse jamás a una
especulación del
espíritu y de la
inteligencia sin haber
consagrado de antemano
unos esfuerzos y un
tiempo a cualquier obra
activa del espíritu.
Hasta ese punto está
persuadido de que el
hombre debe temer
siempre no hacer lo
suficiente, pero no debe
tener ningún temor a no
saber lo suficiente, y
este prudente temor de
no hacer lo suficiente
establece en él una
virtud también muy
beneficiosa: la de estar
siempre dispuesto a
seguir las órdenes de su
maestro, siempre lleno
de resignación con todos
los acontecimientos a
los que puedan
conducirlo sus
servicios, siempre
felices, desde el
momento en que pueda
darse interiormente el
testimonio consolador de
que ha sido celoso con
la gloria de su maestro
y no ha caído en falta
ni en retraso en su
servicio”.
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