Louis-Claude
de Saint-Martín
Plegaria 1
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Fuente eterna de todo lo que es, tú que envías a los
prevaricadores el espíritu de error y tinieblas que los
separan de tu amor. Envía a aquel que te busca un
espíritu de verdad que lo acerque a ti para siempre. Que
el fuego de ese espíritu consuma en mí hasta los menores
restos del hombre viejo, y que después de haberlos
consumido, haga renacer de este montón de cenizas, un
nuevo hombre seguro de que tu mano sagrada ya no
desdeñará más verter la unción santa. Que sea al término
de los largos trabajos de la penitencia, y que tu vida
universalmente una transforme todo mi ser en la unidad
de tu imagen, mi corazón en la unidad de tu amor, mi
acción en una unidad de obras de justicia, y mi
pensamiento en una unidad de luz. Tu sólo impones al
hombre grandes sacrificios para que busque en ti todas
sus riquezas y todos sus gozos, y sólo lo fuerzas a
buscar en ti todos estos tesoros porque sabes que son
los únicos que pueden hacerle feliz, y que tú eres el
único que los posee, los engendra y los crea. Sí, Dios
de mi vida, es sólo en ti que puedo encontrar la
existencia y el sentimiento de mi ser. Tú también has
dicho que es en el corazón del hombre donde únicamente
podrás encontrar reposo; no interrumpas ni un instante
tu acción sobre mí, para que yo pueda vivir, y al mismo
tiempo para que tu nombre pueda ser conocido por las
naciones; tus profetas nos han enseñado que los muertos
no pueden loarte; no permitas pues que la muerte se me
aproxime, ya que ardo por hacer tu alabanza inmortal,
ardo en deseos que el sol eterno de la verdad no pueda
reprochar al corazón del hombre el haber aportado la
menor sombra y causado la más mínima interrupción en la
plenitud de tu esplendor.
Dios de mi vida,
¡oh tú! que con sólo pronunciarlo todo se opera,
devuelve a mi ser lo que tu le habías dado en su origen,
y yo manifestaré tu nombre a las naciones, y ellas
volverán a aprender que únicamente tú eres su Dios y la
vida esencial, como el móvil y el movimiento de todos
los seres.
Siembra tus deseos en el alma del
hombre, en este campo que es tu dominio
y donde nadie puede contestarte, puesto
que eres tú quien le ha dado su ser y su
existencia. Siembra tus deseos, a fin
que las fuerzas de tu amor la arranquen
por entero de los abismos que la
retienen y que quisieran engullirla para
siempre jamás. Anula por mí la región de
las imágenes; disipa estas barreras
fantásticas que abren un inmenso
intervalo y una espesa oscuridad entre
tu viva luz y yo, y que me ensombrecen
con sus tinieblas. Acércame al carácter
sagrado y al sello divino del que eres
depositario, y trasmíteme hasta el fondo
de mi alma el fuego que en ti arde, para
que contigo arda, y que mi alma sienta
lo que significa tu inefable vida y las
inagotables delicias de tu eterna
existencia. Demasiado débil para poder
soportar el peso de tu nombre, dejo a
tus cuidados levantar por entero el
edificio, y que pongas tu mismo los
primeros fundamentos en el centro de
ésta alma que tu me has dado para ser
como el candelabro que lleva la luz a
las naciones, para que éstas no
permanezcan en las tinieblas. ¡Que todas
las gracias te sean dadas, Dios de la
paz y del amor!. |
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¡Que te sean
dadas por lo mucho que te acuerdas de mí, y por que
no quieres dejar mi alma languidecer en la
necesidad!. Y puede que tus enemigos hayan dicho que
eres un padre que olvida a sus hijos, y que no puede
liberarlos.

Plegaria 2
Iré hacia ti, Dios de mi ser;
iré hacia ti, manchado como estoy; me
presentaré ante ti con confianza. Me
presentaré en nombre de tu eterna
existencia, en nombre de mi vida, en
nombre de tu santa alianza con el
hombre; y esta triple ofrenda será para
ti un holocausto de agradable perfume
sobre el que tu espíritu hará descender
su fuego divino para consumirlo y volver
enseguida hacia tu santa morada, cargado
y repleto de los deseos de un alma
indigente que sólo suspira por ti.
Señor, Señor, ¿cuando oiré pronunciar en
el fondo de mi alma, esta palabra
consoladora y viva con la que llamas al
hombre por su nombre, para anunciarle
que esta inscrito en la santa milicia, y
que tu quieres admitirlo entre el rango
de tus servidores?.Por el poder de esta
santa palabra, pronto me encontraré rodeado por los
monumentos eternos de tu fuerza y tu amor, junto a los
que marcharé intrépidamente contra tus enemigos, y ellos
palidecerán ante las temibles tormentas que saldrán de
tu palabra victoriosa. ¡Ay, Señor!, ¿puede el hombre de
miseria y de tinieblas abrigar tales deseos y concebir
tan soberbias esperanzas?. En lugar de pretender golpear
al enemigo, ¿no es mejor que piense en evitar sus
golpes?. En lugar de aparecer, como antaño, cubierto de
armas gloriosas, ¿acaso no se encuentra reducido como
objeto de oprobio, a verter lágrimas de vergüenza e
ignominia en las profundidades de su retiro, no
atreviéndose ni a mostrarse a la luz del día?. En lugar
de estos cantos de triunfo que anteriormente seguían y
acompañaban sus conquistas, ¿no se halla condenado a
hacerse entender por sus suspiros y sollozos?. Al menos,
Señor, concédeme una gracia, y es que todas las veces
que sondees mi corazón, no lo encuentres vacío de tus
alabanzas y tu amor; siento, y no quiero nunca dejar de
sentir, que no hay bastante tiempo para alabarte; y para
que esta obra santa sea cumplida de manera que sea digna
de ti, es preciso que todo mi ser esté tomado y mudo por
tu eternidad; permíteme pues, ¡oh Dios de toda vida y de
todo amor¡ permite a mi alma fortalecer su debilidad en
tu poder; permítele formar contigo una santa alianza que
me haga invencible a los ojos de mis enemigos, y que me
ligue de tal manera a ti por los votos de mi corazón y
del tuyo, que siempre me encuentres tan ardoroso y
presto a tu servicio y para tu gloria, como tu lo estás
para mi liberación y felicidad.
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Plegaria 3
Esposo de mi alma, tú, que para ella has concebido el
santo deseo de la sabiduría, vienes a ayudarme a dar a
luz a este hijo bien amado que nunca podré querer lo
bastante. Tan pronto como haya visto la luz, sumergido
en las aguas puras del bautismo de tu espíritu
vivificante, a fin de que sea inscrito en el libro de la
vida, que sea reconocido para siempre entre el número de
los fieles miembros de la Iglesia de lo más Alto. A la
espera que sus débiles pies tengan la fuerza suficiente
para sostenerle, tómalo en tus brazos como la madre más
tierna, y presérvalo de todo daño.
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Esposo de mi alma, tú que eres imposible de conocer
si no es desde la humildad, hago ofrenda a tu poder,
y proclamo que no quiero confiar entre otras manos
que las tuyas, a este hijo de amor que tu me has
dado. Sostenlo cuando empiece a dar sus primeros
pasos. Cuando tenga suficiente edad para
entenderlo, instrúyelo sobre el honor que debe a su
padre, para que goce de largo tiempo sobre la tierra;
inspírale el respeto y el amor por el poder y las
virtudes de aquel que le ha dado el ser. Esposo de mi
alma, inspírame a mi primera a nutrir continuadamente a
este hijo querido con la leche espiritual que tu mismo
formas en mi seno; que no deje de contemplar en mi hijo
la imagen de su padre, y en su padre la imagen de mi
hijo, y de todos aquellos que puedas engendrar en mí en
el curso ininterrumpido de toda la eternidad. Esposo de
mi alma, tú que eres imposible de conocer si no es desde
la santidad, sirve a la vez de mentor y de modelo a este
hijo de tu espíritu, a fin de que en todo tiempo y en
todo lugar, sus obras y su ejemplo anuncien y
manifiesten su origen celeste; pondrás tú mismo sobre su
cabeza la corona de la gloria, y él será para los
pueblos un monumento eterno de la majestad de tu nombre.
Esposo de mi alma, tales son las delicias que preparas
para aquellos que te aman y buscan unirse a ti. Que
perezca para siempre aquel que quiera hacerme preferir a
otro esposo. Esposo de mi alma, tómame por tu hijo; que
él y yo seamos uno a tus ojos, y vierte abundantemente
sobre uno y otra, las gracias que sólo podemos recibir
de tu amor. Ya no puedo vivir más, si no concedes que la
voz de mi hijo y la mía se unan para cantarte
eternamente alabanzas, y para que nuestros cánticos sean
como ríos inagotables constantemente engendrados por el
sentimiento de tus maravillas y de tu inefable poder.

Plegaria 4
Señor, ¡cómo puedo atreverme a contemplarme ni un
instante sin estremecerme de horror por mi miseria!.
Habito en medio de mis propias iniquidades que son fruto
de mis abusos de todo género, y que se han convertido en
mi vestimenta; abuso de todas mis leyes, abuso de mi
alma, abuso de mi espíritu, abuso y abuso diariamente de
todas las gracias que tu amor no cesa diariamente de
verter sobre tu ingrata e infiel criatura. Es a ti a
quien todo lo debo ofrecer y sacrificar, y nada debo
ofrecer al tiempo que está ante tus ojos, como los
ídolos, sin vida ni inteligencia, y sin embargo no ceso
de ofrecerlo todo al tiempo, y nada a ti; y por ello me
precipito por anticipado en el horrible abismo de la
confusión que sólo se ocupa del culto de los ídolos,
donde tu nombre no se conoce. Hago como los insensatos y
los ignorantes del siglo que emplean todos sus esfuerzos
para aniquilar las temibles decisiones de la justicia, y
hacer de manera que esta tierra de prueba que habitamos
no sea a sus ojos una tierra de angustia, trabajo y
dolor. Dios de paz, Dios de verdad, si la confesión de
mis culpas no es suficiente para que me las perdones,
acuérdate de aquel que ha querido cargar con ellas y
lavarlas en la sangre de su cuerpo, de su espíritu y de
su amor; él las ha disipado y borrado, desde que se ha
dignado acercar su palabra. Como el fuego consume todas
las substancias materiales e impuras, y como este fuego
que es su imagen, vuelve hacia ti con su inalterable
pureza, sin conservar ninguna huella de las manchas de
la tierra. Es solamente en él y por él que puede hacerse
la obra de mi purificación y renacimiento; es por él que
tu quieres operar nuestra curación y salvación, para que
empleando los ojos de su amor que todo lo purifica, no
veas más en el hombre nada de informe, y sólo veas esta
chispa divina que a ti se asemeja y que tu santo ardor
atrae perpetuamente a ella como una propiedad de tu
divino origen. No, Señor, tu sólo puedes contemplar lo
que es verdadero y puro como tú; el mal es inaccesible a
tu vista suprema. He ahí porque el hombre malvado es
como el ser del que tu no te acuerdas, y tus ojos no
saben ver, puesto que ya no tiene relación contigo; y
sin embargo es ahí en este abismo de horror donde no
temo tener mi morada. No hay otra alternativa posible
para el hombre; si no esta perpetuamente sumergido en el
abismo de tu misericordia, está en el abismo del pecado
y la miseria que lo inunda.; pero también, apenas aparta
su corazón y su mirada de este abismo de iniquidad,
vuelve a encontrar este océano de misericordia en el que
haces nacer todas tus criaturas. Es por lo que me
prosternaré ante ti en mi vergüenza y en el sentimiento
de mi oprobio; el fuego de mi dolor desecará en mí el
abismo de mi iniquidad, y entonces ya sólo existirá para
mí el reino eterno de tu misericordia.

Plegaria 5
Quítame mi voluntad, Señor, quítame mi voluntad; ya que
si pudiera interrumpir mi voluntad ante ti, Señor,
aunque fuera un solo instante, el torrente de tu vida y
tu luz entraría en mí con impetuosidad, porque ya no
tendría ningún obstáculo que se lo impidiera. Ven
ayudarme a romper estas funestas barreras que me separan
de ti, ármate contra mí, para que nada en mí se resista
a tu poder, y que tú triunfes en mí sobre todos tus
enemigos y los míos, triunfando sobre mi voluntad. ¡Oh
principio eterno de toda alegría y de toda verdad!, ¿cuándo
estaré renovado hasta el punto de ya no sentirme yo
mismo sino en la permanente afección de tu voluntad
exclusiva y vivificante?. ¿Cuándo será que las
privaciones de todo género me parecerán un provecho y
una ventaja, por cuanto ellas me preservan de todas las
esclavitudes, y me dejan más medios para ligarme a la
libertad de tu espíritu y tu sabiduría?. ¿Cuándo será
que los males me parezcan un favor de tu parte, que los
perciba como una ocasión para alcanzar una victoria, y
recibir de tu mano las coronas de gloria que distribuyes
a todo aquellos que combaten en tu nombre?. ¿Cuándo será
que todos los atractivos y alegrías de esta vida, me
parezcan simples trampas que el enemigo no deja de
dirigirnos para establecer en nuestros corazones un Dios
de falsedad y seducción, en lugar del Dios de la paz y
la verdad que debiera siempre reinar?. En fin, ¿cuándo
será que el santo celo de tu amor y el ardor de mi unión
contigo me dominarán hasta entregar con placer mi vida,
mi bienestar y todas las afecciones extrañas a este
objetivo exclusivo de la existencia del hombre que es tu
criatura, y que tu has querido incluso ayudarlo con tu
ejemplo, entregándote por entero a él?. No, Señor, aquel
que no se sienta llevado por esta santa devoción no es
digno de ti, y no ha hecho todavía el primer paso en la
carrera. El conocimiento de tu voluntad y el cuidado del
fiel servidor de no apartarse nunca de ella ni un solo
momento, he ahí el único y verdadero lugar de reposo
para el alma del hombre; abordarlo, es sentirse al
instante colmado de delicias, como si todo su ser
estuviera renovado y revivificado en todas sus
facultades, por las fuentes de tu propia vida; separase
de tu voluntad, es verse arrojado al instante a todos
los horrores de la incerteza, los peligros y la muerte.
Date prisa, Dios del consuelo, Dios del poder; date
prisa en hacer descender en mi corazón uno de estos
puros movimientos divinos para establecer en mí el reino
de tu eternidad, y para resistir constante y
universalmente a todas las voluntades extrañas que
puedan reunirse para combatir en mi alma, en mi espíritu
y en mi cuerpo. Es entonces que me abandonaré a mi Dios
en la dulce efusión de mi fe, y que proclamaré sus
maravillas. ¡Los hombres, no son dignos de tus
maravillas, ni de contemplar el dulzor de tu sabiduría y
la profundidad de tus consejos!. Pero y yo mismo, ¿acaso
soy digno de pronunciar tan bellos nombres, vil insecto
que soy, y merecedor de las venganzas de la justicia y
la cólera?. Señor, Señor, haz reposar sobre mí aunque
sólo sea un instante la estrella de Jacob, y la santa
luz se establecerá en mi pensamiento, como también tu
voluntad pura en mi corazón.

Plegaria 6
Escucha, alma mía, escucha, y consuélate en tu desamparo,
hay un Dios todopoderoso que quiere encargarse de
restañar todas tus heridas. Es el único, sí, el único
que tiene este supremo poder, y sólo lo ejerce con
aquellos que le reconocen como a su único poseedor y
celoso administrador. No vayas a él con disimulos como
la mujer de Jeroboam, a la que el profeta Akia abruma de
reproches; ves mejor con la humildad y la confianza que
debe darte el sentimiento de tus espantosos males, y con
el poder universal de aquel que no quiere la muerte del
pecador, puesto que él mismo ha creado las almas. Deja
al tiempo cumplir su ley sobre ti, en todo aquello que
al tiempo le corresponda; no aceleres su obra con tus
desórdenes; no la retardes con tus falsos deseos y vanas
especulaciones que son bagaje del insensato. Ocupado por
el contrario únicamente en tu curación interior y tu
liberación espiritual, reúne cuidadosamente el poco de
fuerzas que el paso del tiempo desarrolle en ti; sírvete
de estos secretos movimientos de la vida, para acercarte
cada día un poco más a aquel que quisiera ya poseerte en
su seno, y hacerte compartir con él, la dulce libertad
de un ser que goza plenamente del uso de todas sus
facultades, sin jamás conocer ningún obstáculo. En los
momentos en que estos dichosos impulsos se apoderen de
ti, levántate de tu lecho de dolor, y di a este Dios de
misericordia y todopoderoso: ¿hasta cuándo Señor,
dejaréis languidecer en la esclavitud y el oprobio, a
esta antigua imagen de vos mismo que los siglos habrán
podido sepultar bajo sus escombros, pero nunca han
podido borrar?. Ella osó ignoraros en aquellos tiempos
en que habitaba en el esplendor de vuestra gloria; y vos,
vos tuvisteis suficiente con posar sobre ella el ojo de
vuestra eternidad; y desde ese instante ella se
encuentra inmersa en las tinieblas, como en un abismo.
Después de esta lamentable caída, ella se convirtió en
la mofa diaria de sus enemigos; éstos, no se contentan
con cubrirla con sus burlas, además la infestan con sus
venenos, y la cargan de cadenas para que no pueda
defenderse, y así tener mayor facilidad para poder
dirigir sobre ella sus dardos emponzoñados. Señor, Señor,
esta larga y humillante prueba ¿no es de por sí
suficiente para que el hombre reconozca tu justicia y
rinda Inicionaje a tu poder?. Este amasijo infecto de
desdén y menosprecio por parte de tu enemigo, ¿ no ha
permanecido lo bastante sobre esta imagen de ti mismo
como para que abra los ojos y se convenza de sus vanas
ilusiones?. ¿No temes que esas substancias corrosivas
terminen por borrar por entero tu huella, y la hagan
absolutamente irreconocible?. Los enemigos de tu luz y
tu sabiduría no tardarían en confundir, ésta, mi larga
cadena de oprobios con tu eternidad misma; llegarían a
creer que su reino de horror y desorden es la única y
real morada de la verdad; creerían haberlo traído sobre
ti y haberse apoderado de tu reino. No permitas pues,
¡oh Dios de celo!, que tu imagen sea profanada por más
tiempo. Tu propia gloria me afecta aún más que mi propia
felicidad que está fundamentada sobre tu misma gloria.
Levántate de tu trono inmortal, de este trono donde
reposa tu sabiduría, y que resplandece con las
maravillas de tu poder; entra, aunque sea un solo
instante en la viña santa que tu has plantado por toda
la eternidad; toma un solo grano de este racimo
vivificante que ella no ha dejado de producir; exprímelo
con tu mano divina, y haz verter sobre mis labios el
jugo sagrado y regenerador único capaz de reparar mis
fuerzas; humedecerá mi reseca lengua; descenderá hasta
el fondo de mi corazón; llevará la alegría a mi vida;
penetrará todos mis miembros; los hará sanos y robustos,
y yo pareceré vivo, ágil y vigoroso, como lo era el
primer día cuando salí de tus manos. Es entonces que tus
enemigos, decepcionados en sus esperanzas, enrojecerán
de vergüenza, y temblarán de espanto y de rabia, al ver
que sus esfuerzos contra ti han sido vanos, y que mi
sublime destino habrá alcanzado su cumplimiento, a pesar
de sus audaces y obstinadas argucias. Escucha pues, oh
alma mía, escucha y consuélate en la desgracia: hay un
Dios todopoderoso que quiere encargarse de restañar
todas tus heridas.

Plegaria 7
Acabo de presentarme a las puertas del templo de mi
Dios, y no dejaré este humilde puesto de indigente,
hasta que el padre de mi vida me haya dado mi pan de
cada día. Aquí esta, este pan de cada día; lo he
recibido, lo he gustado, y quiero anunciar su dulzor a
las razas futuras. El eterno Dios de los seres; he ahí
el título sagrado que ha tomado para darse a conocer a
las naciones visibles e invisibles; aquel que se ha
hecho carne; el espíritu de aquel en cuyo nombre todo
debe doblar la rodilla en el cielo, sobre la tierra y en
los infiernos: estos son los cuatro elementos inmortales
que componen este pan de cada día. Se multiplica sin
cesar como la inmensidad de seres que de él se nutren, y
por grande que sea el número de éstos, no podrán nunca
disminuir su abundancia, ni encontrarse en la escasez;
este pan de cada día ha desarrollado en mí los gérmenes
eternos de mi vida y ha hecho incluso pasar a mi sangre
la savia sagrada de mis raíces originales y divinas. Los
cuatro elementos que la componen han hecho desaparecer
del caos de mi corazón las tinieblas y la confusión; han
restablecido una viva y santa luz, en lugar de la fría
oscuridad que lo envolvía; su fuerza creadora me ha
transformado en un nuevo ser, y me he convertido en
depositario y administrador de sus santos caracteres y
sus signos vivificantes. Entonces, para manifestar la
gloria de aquel que ha elegido al hombre como a su ángel
y ministro, me he presentado a todas las regiones; he
considerado y pasado revista todas las obras salidas de
sus manos, y he distribuido sobre cada una de ellas
estos caracteres que él había impreso en mí para que
fueran transmitidas a todas sus criaturas, y para
confirmarles las propiedades y el poder del nombre que
habían recibido. No he limitado mi ministerio a sólo
actuar así sobre las obras regulares de la eterna
sabiduría; me he aproximado a todo lo que era deforme, y
he dejado caer sobre estos frutos del desorden los
signos de justicia y venganza vinculados a los secretos
poderes de mi elección. Aquellos de estos frutos que he
podido arrancar a la corrupción, los he ofrecido en
holocausto al Dios supremo, y he compuesto mis perfumes
de las más puras alabanzas de mi espíritu y mi corazón,
a fin de que todo respire reconocimiento de que sólo a
este Dios supremo le son debidos todos los Inicionajes,
toda la gloria y todos los honores, siendo la única
fuente de todo poder y de toda justicia; y le he dicho
en el acto de traspaso de mi amor: ¡Dichoso el hombre,
puesto que has tenido a bien elegirlo para hacer de él
la sede de tu autoridad, y el ministro de tu gloria en
el universo!. ¡ Dichoso el hombre, puesto que has
permitido que sienta en lo más profundo de tu esencia,
la penetrante actividad de tu vida divina!. ¡Dichoso el
hombre, puesto que has permitido que ose ofrecerte un
sacrificio de reconocimiento extraído del sentimiento
inefable de todas las virtudes de tu santa universalidad!.
Y vosotras, ¿acaso no os ha tratado así, fuerzas
terrestres, fuerzas del universo?, os ha hecho simples
agentes de sus leyes y las fuerzas operantes del
cumplimiento de sus designios; así mismo no hay un ser
en la naturaleza, no hay un ser entre vosotras que no lo
asista en su obra, y que no coopere en la ejecución de
sus planes. ¿Acaso no se ha dado a conocer a vosotras
como el Dios de la paz y del amor; y a pesar que os ha
dado la existencia, todavía estáis demasiado agitadas
por las consecuencias de la rebelión, ya que él
recomendó al hombre que os sometiera y dominara?. Mucho
más aún, fuerzas perversas y corrompidas, os ha tratado
con los mismos favores con que haya podido colmar al
hombre. No habéis sabido conservar aquellos que os
concedió por vuestro origen; habéis tenido la
imprudencia de creer que podía haber para vosotras mayor
suerte, un privilegio más glorioso que el de ser objeto
de su ternura, y desde entonces, no habéis merecido otra
cosa que ser objeto de su venganza. Es sólo al hombre a
quien confía los tesoros de su sabiduría; es en este
ser, según su corazón, en quien a puesto todo su afecto
y todos sus poderes. Al formarle le ha dicho: "Infunde
en todo el universo el orden y la armonía cuyos
principios te he permitido extraer de mi propia fuente;
sólo puedes conocerme por la regularidad de mis obras y
la firmeza de mis leyes; no puedes estar iniciado en los
misterios de mi santuario; en ti tienes la medida de mis
poderes, a ti te corresponde ejercerlos en todos los
ámbitos, puesto que solo por los actos de mis poderes
podrán saber que hay un Dios. Para mis enemigos, lanza
sobre ellos todos los rayos de mi cólera, ellos están
aún más lejos de mí que las fuerzas de la naturaleza, y
la santidad de mi gloria sólo me permite manifestarme a
ellos por el peso de mi justicia. Únicamente tú, hombre,
únicamente tú reunirás de ahora en adelante los dones de
mis poderes y mi justicia, el de poder hacer sentir las
vivas delicias de mi amor, y hacerlas compartir a
aquellos que se hayan hecho dignos de ellas. Es por esto
que sólo a ti te he hecho a mi imagen y semejanza; ya
que el ser que no ame, no podrá ser a mi imagen. Es
desde este trono sagrado en el que te he situado, como
un segundo Dios, que veré verter sobre todo lo que ha
salido de mis manos, los diversos atributos de mi ser, y
tu me serás querido por encima de toda otra producción,
puesto que te he elegido para ser mi órgano universal,
no habrá nada de mí que no conozcas." Soberano autor de
mi espíritu, de mi alma y de mi corazón, bendito seas
para siempre en todas las regiones y por todos los
siglos, por haber permitido que el hombre, esta ingrata
y criminal criatura, pueda recobrar verdades tan
sublimes. El hombre se hizo indigno de ellas por su
crimen, y si el recuerdo empeñado de tu antigua y santa
alianza no hubiera comprometido tu amor a devolvérselas,
éstas permanecerían eternamente perdidas para él.
Alabanzas y bendiciones sean dadas a aquel que formó al
hombre a su imagen y semejanza, y que, a pesar de todos
los esfuerzos y triunfos de los infiernos, ha sabido
rehabilitarlo en su esplendor, en la sabiduría y en la
felicidad de su origen.
Amén.

Plegaria 8
Unámonos hombres de paz, hombres de deseo; unámonos para
contemplar en un santo temblor la amplitud de
misericordias de nuestro Dios, y digámosle unidos que
todos los pensamientos de los hombres, todos sus deseos
más puros, todas sus acciones más regulares, todas
juntas no podrían ni aproximarse al menor acto de su
amor. ¿Cómo podríamos pues expresar este amor, cuando
éste no se limita a actos particulares y de un momento
de duración, sino que desarrolla a la vez todos sus
tesoros, y ello de una manera constante, universal e
imperturbable?. ¡Sí, Dios de la verdad y caridad
inagotables, así es como actúas diariamente con el
hombre!. ¿Qué soy yo?. Un vil montón de repugnante
basura que solo esparce en mí y en torno a mí la
infección. Pues bien, es en mitad de esta infección que
tu mano infatigable se sumerge sin cesar, para escoger
lo poco que aún queda en mí de estos elementos preciosos
y sagrados de los que formas tu existencia. Al igual que
aquella mujer cuidadosa que en el Evangelio consume su
luz, para encontrar el dracma que había perdido, tu no
dejas de tener tus lámparas encendidas, y te agachas
continuamente hasta el suelo, esperando siempre que vas
a volver a encontrar entre la polvareda aquel oro puro
que se escapó de tus manos. Hombres de paz, ¿cómo no
vamos a contemplar entre un santo temblor la amplitud de
misericordias de Dios?. Somos mil veces más culpables
ante él, que estos malhechores, según la justicia humana,
que son conducidos a través de las ciudades y en las
plazas públicas, cubiertos de todos los signos de la
infamia, y a los que se fuerza a confesar abiertamente
sus crímenes al pie de los templos y de todos los
poderes que han despreciado. Deberíamos como ellos, y
con mil veces más justicia que ellos, ser arrastrados
ignominiosamente a los pies de todos los poderes de la
naturaleza y el espíritu; deberíamos ser llevados como
criminales ante todas las regiones del universo,
visibles e invisibles, y recibir en su presencia, los
terribles y vergonzosos castigos que merecen con
justicia nuestras espantosas prevaricaciones; pero en
lugar de encontrar jueces temibles, armados con la
venganza. ¿qué encontramos?. Un rey venerable cuyos ojos
anuncian la clemencia, y cuya boca no deja de pronunciar
el perdón para todos aquellos que solo quieren cegarse
hasta el punto de creerse inocentes. Lejos de querer que
continuemos llevando por más tiempo las vestimentas del
oprobio, ordena a tus servidores devolvernos nuestras
primeras ropas, ponernos un anillo en el dedo y calzar
nuestros pies, y para determinarte a que nos colmes de
parecidos favores, basta con que, a semejanza de nuevos
hijos pródigos, reconozcamos que no podemos encontrar en
casa extraña la misma felicidad que en casa de nuestro
padre. Hombres de paz, ¡cómo no vamos a contemplar entre
un santo temblor la amplitud de misericordias de Dios!.
Y, ¿cómo no vamos a concebir por una santa resolución el
permanecer para siempre fieles a tus leyes y a los
bienhechores consejos de tu sabiduría?. No, yo solo
puedo amarte a ti, Dios incomprensible en tu indulgencia
y en tu amor; yo no quiero amar a otro que a ti, por que
tú me has perdonado; yo no quiero encontrar otro lugar
de reposo que el seno y el corazón de mi Dios. Lo abraza
todo con su poder, y cualquier movimiento que yo haga,
encuentra siempre un apoyo, un socorro y consuelo,
porque su fuente divina vierte por todo y a la vez todos
sus bienes. El mismo se lanza en el corazón del hombre,
pero no se lanza una sola vez, si no constantemente y
por actos reiterados. Es por ello que engendra y
multiplica en nosotros su propia vida, por que a cada
uno de estos actos divinos, establece en nosotros rayos
puros y extractos de su propia esencia, sobre los que
gusta reposar, y devienen en nosotros los órganos de sus
generaciones eternas. Desde este hogar sagrado, envía a
todas las facultades de nuestro ser parecidas
emanaciones que, a su vez, repitiendo sin cesar su
acción en todo lo que nos compone, multiplican así
continuamente nuestra actividad espiritual, nuestras
virtudes y nuestras luces. He ahí porque es tan útil
elevarle un templo en nuestro corazón. ¡Oh hombres de
paz!, ¡oh hombres de deseo!, unámonos para contemplar en
un santo temblor la amplitud del amor, las misericordias
y los poderes de nuestro Dios.

Plegaria 9
Señor, ¿cómo nos será posible aquí abajo cantar los
cánticos de la Ciudad santa?. ¿Es desde el centro del
torrente de nuestras lágrimas que podremos hacer oír los
cantos de alegría y júbilo?. Si abro la boca para formar
los primeros sones, los sollozos los ahogan y solo puedo
dejar escapar suspiros y quejidos de dolor; e incluso a
menudo estos sollozos se asfixian en mi seno, o bien
ningún oído caritativo esta cerca de mí para escucharlos
y aportarme consuelo. Me siento abrumado por la amplitud
y longitud de mis sufrimientos, y el crimen no cesa de
presentarse ante mí, para anunciarme que en un instante
la muerte aparecerá y helará todo mi ser con su frío
emponzoñado; ya se apodera de todos mis miembros, y
llega el momento de quedar desamparado como el cadáver
que acaba de expirar, y que los servidores abandonan a
la putrefacción. Sin embargo, Señor, puesto que tú eres
la fuente universal de todo lo que existe, eres también
la fuente de la esperanza; y si este rayo de fuego
todavía no se ha apagado en mi corazón, aún te tengo,
todavía estoy ligado a tu vida divina por esta inmortal
esperanza que fluye continuamente de tu trono. Me atrevo
pues a implorarte desde el seno de mis abismos; me
atrevo a llamar en mi socorro tu mano bienhechora para
que se digne ocuparse de mi curación. ¿Cómo se operan
las curaciones del Señor?. Por la dócil sumisión a los
sabios consejos de este médico divino. Es preciso que
tome con reconocimiento y ardiente deseo, el brebaje
amargo que su mano me presenta; es preciso que mi
voluntad concurra con la que lo anima para mí; es
preciso que lo prolongado del tratamiento y los
sufrimientos no me hagan rechazar el bien que quiere
hacerme este supremo autor de todo bien; él se convence
del sentimiento de mis dolores, yo no tengo otra cosa
que hacer que convencerme del sentimiento de su
caritativo interés por mí. Es por ello que la copa de
salvación me será provechosa; es entonces que mi lengua
retomará su fuerza, y que cantaré los cánticos de la
Ciudad santa. Señor, ¿cuál será mi primer cántico?. Será
por entero en honor y gloria de aquel que me habrá
devuelto la salud y habrá operado mi liberación. Le
cantaré este cántico desde que salga hasta que se ponga
el sol; lo cantaré por toda la tierra, no solamente para
celebrar el poder y el amor de mi liberador, sino para
comunicar a todas las almas de deseo y a toda la familia
humana, el medio certero y eficaz de recobrar para
siempre la salud y la vida. Les enseñaré que por ello,
el espíritu de sabiduría y verdad reposará sobre su
corazón, y los dirigirá en todos los caminos.
Amén.

Plegaria 10
¿Tendrás la fuerza suficiente?, ¡oh alma mía!, para
contemplar la enorme deuda que el hombre culpable ha
contraído con la divinidad?. Pero, si has tenido fuerzas
para librarte al crimen, podrás también tenerlas para
considerar todo el horror que has producido. Evalúa pues
con el pensamiento el campo del Señor, acuérdate que el
hombre debería haber sido su cultivador; trata de
hacerte una idea de la inmensidad de frutos que deberían
haberse producido gracias a tu cuidado; piensa que todas
las criaturas que están bajo la capa del cielo esperaban
de tu esmerada cultura su subsistencia y su sustento;
piensa que los campos del Señor esperaban de ti su
ornamento y su adorno; piensa que el Señor mismo
esperaba de tu vigilancia y tu fidelidad, la gloria y la
lianza que deberían haber ocasionado el cumplimiento de
sus designios; piensa en que todas estas cosas deberían
haber sido operadas por ti sin interrupción alguna. Tú
has caído, has dejado al enemigo enseñorearse de ti y
corromper tus vías. Desde ese instante, has sido estéril
a la tierra del Señor; tu has sumido el corazón de Dios
en la tristeza. Desde ese mismo instante, has secado por
así decirlo la fuente de la sabiduría y arrasado la
cosecha en este bajo mundo; y después de esta fatal
época, detienes diariamente todas las producciones del
Señor; contempla ahora la enormidad de la deuda;
contempla la imposibilidad en que te encuentras para
satisfacerla, y estremécete hasta los Últimos pliegues
de tu ser. Debes los frutos de cada año, contando desde
el momento de tu infidelidad; debes el diezmo de todas
las horas transcurridas desde aquella hora fatal; debes
todo lo que estos mismos frutos y este mismo diezmo
hubieran producido en aquellas manos donde deberías
haberlo depositado; debes todos los frutos que tú has
impedido crecer hasta el fin de los siglos. ¿Cuál es
pues el ser que hubiera podido saldar esta deuda ante la
justicia eterna, ante esta justicia cuyos derechos no se
pueden abolir y cuyos planes no pueden faltar llegar a
su término y a su cumplimiento?. Es aquí, Dios supremo,
cuando se manifiestan los torrentes de tu misericordia y
la abundancia inextinguible de tus eternos tesoros; aquí,
tu corazón divino se abre sobre tu desdichada criatura,
y no solamente has pagado sus recibos, sino que ella se
ha encontrado lo suficientemente rica como para ir en
socorro del indigente. Tú has mandado a tu verbo para
que viniera a cultivar el campo del hombre. Este verbo
sagrado, cuya alma es el amor, ha descendido sobre este
campo tocado por la esterilidad. Ha consumido por el
fuego de su palabra todas las malas hierbas y la cizaña
que se habían sembrado; el verbo ha sembrado en su lugar
el germen del árbol de la vida; ha abierto los canales
de saludables fuentes, y las aguas vivas han venido para
bañarlo; ha devuelto la fuerza a los animales de la
tierra, y la agilidad a los pájaros del cielo; ha
devuelto la luz a las antorchas celestes, el sonido y la
voz a todos los espíritus que habitan la esfera del
hombre; ha devuelto al alma del hombre este amor del
cual el verbo mismo es la fuente y el hogar, y que ha
dirigido su santo y admirable sacrificio. Sí, Dios
eterno de toda lianza y toda gracia, sólo hay un ser
poderoso, como tu divino hijo, que pudiera así reparar
nuestros desórdenes y satisfacer nuestra deuda ante tu
justicia. Sólo el ser creador pudo pagar por nosotros lo
que por entero habíamos disipado, pues hizo falta para
esto que se hiciera una nueva creación. Fuerzas
universales, si os sentís tan bien dispuestas a cantar
estas alabanzas, por haber sido restablecidas en
vuestros derechos, y por haberos devuelto vuestra
actividad, ¿que acción de gracias no le deberé yo, por
haberse hecho fiador de todas mis deudas hacia él, hacia
vosotras, respecto a todos mis hermanos, y por haberlas
pagado?. Es dicho de la mujer penitente, que por lo
mucho que había amado, mucho le fue perdonado. Al
hombre, al que todo ha devuelto, al que todo ha pagado
por él, no ya antes que lo hubiera empezado a amar, si
no cuando estaba inmerso en los horrores de la
ingratitud y como helado por entero, ha empezado por
perdonárnoslo todo. Cada movimiento de nuestro Dios debe
ser un movimiento universal, y que se haga sentir en
todas las regiones de todos los universos. Que a ejemplo
de este Dios supremo, el amor haga un movimiento
universal en todo nuestro ser, y abrace a la vez todas
las facultades que nos componen.
Amén
POR LA VIDA DE NUESTRO HOGAR, NUESTRO PLANETA TIERRA.
CONCIENCIA Y UNIVERSO QUE ESTA EN CADA UNO DE NOSOTROS…
CONÓCETE A TI MISMO… FELILUXOR
FE Y FELICIDAD EN LA LUZ DE ORO
FUNDACIÓN LIARA
UNA LUZ EN VUESTRO CAMINO...
A MIS PADRES Y HERMANOS
QUE ESTÁN EN LOS CIELOS Y EN LA TIERRA.

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