Es entonces la
Tradición y no
el hombre4 la
que
revelándose,
revela la
realidad de
las cosas, los
mundos,
planos,
lecturas o
dimensiones de
la Verdad
total5
("...porque
mis
Pensamientos
no son
vuestros
pensamientos,
dice YHVH,
cuanto más
altos están
los
cielos...",
así los
pensamientos
divinos
trascienden
las
consideraciones
humanas...),
pues son la
Sabiduría y la
Inteligencia
divinas las
que todo lo
hacen,
vehiculadas
por lo mismo
que ellas
crean o
manifiestan:
"la revelación
es coetánea
con el
tiempo";6 pero
al mismo
tiempo, el
Conocimiento
que el hombre
ha de lograr
no es la suma
de aspectos
(indefinidos,
innumerables,
que exceden al
conocimiento
distintivo y
no son el
objeto del
unitario),
sino la
síntesis que
le permite
atravesar los
mundos o
planos hasta
su Origen. Por
lo que el
cabalista no
sólo medita en
el estudio de
la Cábala,
absorbiéndose
en la
contemplación,
sino que
constantemente
se suma al
rito
permanente, lo
inaugura si es
preciso
cualificando
el tiempo,
sacri-ficándolo
(sacrum-facere),
hace de todo
un rito, pues
no hay otras
expectativas
que el
cumplimiento
de la Voluntad
divina, de una
Voluntad que
es una con las
estructuras de
la vida y del
universo,
simbolizadas
por la
dialéctica de
los números,
por la
totalidad de
las
direcciones
del espacio y
el tiempo, las
que dependen
del Centro
supremo cuya
proyección es
el Eje
universal,
constituido
por la columna
central del
Árbol de la
Vida en la que
las otras dos
encuentran su
equilibrio y
aun su origen.
Si se
observa el
"macrocosmos"
desde el
punto de
vista de las
condiciones
de lo
individual,
es decir
mediante las
formas, lo
vemos a
través de
las
condiciones
individuales,
del tiempo y
el espacio
objetivizados
como
exteriores,
de lo
antropomorfo,
o más bien
lo sensible
como base de
conocimiento,
y
proyectamos
aquellas en
otros
tamaños y
ampliamos
esas
condiciones
como si
fueran
propias del
mundo vivo o
actual en su
totalidad, y
éste no
incluyera
realidades
supra
humanas que
se dan en el
corazón del
hombre o a
las que el
hombre se
abre o nace,
cuya
identidad y
cuyo
conocimiento
son asimismo
supra
humanos, lo
que
significa el
nacimiento
de un nuevo
ser, o la
actualización
del Ser, o
del Sí-mismo
por grados,
lo que por
otro lado es
una pérdida
de
perspectivas
ilusorias y
del
continente
que las
enmarca o
define, que
es el
conjunto de
sus
desarrollos
o su
proyección
sobre lo
conocido y
lo
"desconocido",
con lo que
otro grado
del Ser
universal es
otro mundo o
nivel de la
Realidad que
absorbe en
sí la
multiplicidad,
pues es un
grado de
Identidad.
Que estos
son
intermediarios
Divinos,
agentes del
Principio, o
el Principio
en acción,
si así puede
decirse, es
por el grado
de
universalización
que
producen, en
el corazón,
constatado
por la
Inteligencia
(Binah), que
es una
diosa, por
su poder
generador
del
autoconocimiento
del Ser,
penetrando
los estados
del Ser, la
cual es
también la
Memoria,
pues ese
estado ya
era, y era
realmente
otro, y no
estaba fuera
del hombre,
siendo que
la realidad
o el origen
de ese mundo
de lo
discursivo y
todo lo que
puede darse
en esa
manifestación
es
'posterior',
un sueño
dentro de
otro sueño
(el sueño de
lo
particular-individualizado
dentro del
sueño del
mundo como
imagen de
ello o de lo
general que
se toma por
lo
universal),
nacido por
la falsa
radical del
"yo y el
otro"; y no
estaba en
otro lugar
-aunque eso
sea reflejo
de un
símbolo de
la cualidad
del espacio,
o sea una
alegoría-
sino que
cualquier
cosa que
ello sea es
lo que las
cosas son,
si es que
son algo en
la ausencia
de límites
del
verdadero
Origen.
Las sefiroth,
o ideas
siempre
presentes en
el modelo
universal
del Árbol de
la Vida
cabalístico,
pueden ser
revividos
por primera
vez y,
deteniéndose
así,
participar
un poco más
de las
emanaciones
de un Cosmos
o universo
que nos ha
generado
junto con
todas las
cosas y que
junto con
esa
generación
ha incluido
los códigos
sintéticos
que hablan
de esa
Identidad,
cualquiera
sea ella en
sí misma,
que somos
nosotros, en
nuestro más
profundo
ser, y en
ese sentido
podemos
considerar
que nuestro
rostro a lo
mejor no es
el que vemos
una mañana
en el
espejo, o la
imagen de
nuestros
egos, o
nuestra auto
suposición;
que somos
imágenes de
un Adán
primordial,
de un hombre
prototípico
del cual
todos los
seres
humanos son
imagen, que
está
presente en
todos
nosotros, y
que su
actualización
corresponde
a la
identidad
primera que
nos ha sido
dada, antes
de que por
una
secuencia
cíclica, que
llega a la
decadencia y
la
fragmentación,
y que se
manifiesta
en el
presente
estado de lo
que hoy se
llama
cultura,
existencia o
vida,
hayamos sido
lanzados a
una especie
de lejanía o
de extrañeza
con respecto
al propio
mundo -el
cual vivimos
y nos
conforma-,
que era y es
en sí,
como el
hombre que
en él está
incluido,
una imagen
del
Principio,
mundo,
universo o
manifestación
que Adán
podía
nombrar, en
todas sus
posibilidades,
al conocer
su esencia
inmanifestada,
al hallarlo
en sí mismo
por ser
creado a
imagen
divina. El
hombre
primordial
conocía cada
una de las
criaturas
(que son
presentadas
ante él para
que les dé
sus nombres)
como
símbolo,
como
expresión de
una realidad
inteligible
que a su vez
lo es de una
suprainteligible,
por lo que
al reunirlas
se absorbía
en el Hombre
Universal.
En tanto que
contemplaba
lo
inteligible
unía su
mundo, en
tanto que se
elevaba a lo
incognoscible
era uno con
el mediador
de todos los
mundos.Este
era Adam
Qadmon,
"primordial",
atemporal
como el
Paraíso,
creado en el
"sexto día",
último de la
"acción"
creativa o
manifestación,
anterior al
"descanso".
En él se
unía lo
creado y lo
increado,
pues estaba
hecho de la
tierra (adamah)
animada por
el soplo
divino en el
que estaba
la "imagen y
semejanza"
del que era
anterior a
los cielos y
la tierra,
es decir a
todos los
estados que
constituyen
la
manifestación
universal.
En la historia
sagrada del
pueblo
hebreo, los
patriarcas
son los
hombres-tipo
que
ejemplifican
la relación
con el
cielo,
prefigurando,
junto con
los profetas
y los reyes,
la venida
del Avâtarâ
o Mesías.
La noche es
símbolo de
oscuridad y
también de
interioridad,
donde se
produce el
combate
espiritual.
Así Jacob,
en su lucha
nocturna con
el ángel,
lucha contra
los
reflejos,
contra la
multiplicidad
de aspectos
existenciales
que ocultan
la unidad,
así como
contra la
limitación
de lo
antropomorfo
y resiste
por el
recuerdo de
su
naturaleza
primordial
humana,
sintetizada
en lo libre,
hasta el
amanecer, en
que se
retira su
oponente, la
lucha con el
ángel que se
le
manifiesta
como hombre
en la
soledad de
la noche; y
así, cuando
su oponente
le pide que
lo deje ir y
él le exige
su
bendición,
éste le da
un nombre
(Israel) que
por su
terminación
es un nombre
divino, que
podría
traducirse
por "hombre
en quien
está el
espíritu, o
el aliento,
de Dios
(El)", el
cual,
manifiesta
la unidad
que
trasciende
los aspectos
múltiples de
la realidad,
porque Jacob
ha vencido
en esta
batalla, lo
que lo hace
heredero del
Dios de sus
padres, de
Abraham e
Isaac.
También
"Abram",
después de
vencer a los
reyes,
recibe otro
nombre,
junto con la
promesa7
-por la cual
es padre de
su tradición
(abrahámica)-
que se
traduce en
posteridad,
física y
espiritual;
lo que
ocurre
después de
la
bendición8
que le
otorga
Melkitsedeq
en el nombre
de el Dios
Altísimo
(El-Elion),
el que
excede la
manifestación,
el
no-actuante,
en realidad
más allá de
la
distinción
entre "alto"
y bajo",
nombre
trascendente
que está en
la vertical
de la
inmanencia
en el centro
del estado
humano,
siendo su
valor
numérico
igual al de
Emmanuel
(Dios en
nosotros o
con
nosotros).
Jacob vio
abrirse la
puerta de
los cielos
(comunicados
por la
escala
axial),
mientras
"YHVH estaba
junto a él",
en Beith-El,
cuyo antiguo
nombre era
Luz,9 o
morada de
inmortalidad,
es decir, la
inmanencia
de la Tierra
de los
Vivos, o de
otro estado
de ser que
corresponde
a la
plenitud del
hombre
verdadero,
el cual está
efectivamente
en la
vertical del
"Hombre
trascendente"
o universal
que es el
Verbo
divino, o
que es el
intermediario
arquetípico,
o el
arquetipo
del hombre,
o de todo
estado
central en
el Universo;
el arquetipo
de la
mediación y
por lo tanto
el que lleva
a la
identidad
una, o a la
identidad
principial.
Esa realidad
solar que
encarnará
Jacob en
tanto que
padre de las
doce10
tribus es
asimismo
central.
Así como Esaú
es el hijo
mayor,
anterior a
Jacob, sin
embargo no
recibe la
herencia,
que le
correspondería
por el
derecho de
primogenitura.
Esaú es
también
llamado
Edom, nombre
que da la
tradición
hebrea
(refiriéndose
a los reyes
de Edom)
para las
'creaciones
anteriores',
que se
consideran
como
incompletas
o
insuficientes;
es decir,
donde no se
ha
manifestado
la tierra y
el hombre
como
expresión de
las
posibilidades
prototípicas,
imagen o
presencia
del
arquetipo.
Esaú, que
vende su
derecho de
primogenitura
(su
filiación
espiritual)
por un plato
de lentejas,
es imagen
del hombre
viejo, y el
exilio de
Jacob y su
"viaje",
imagen
también de
la búsqueda
del
sí-mismo, de
lo real.
Esta misma
epopeya será
la que como
pueblo,
Israel,
sacado de la
esclavitud
de Egipto,
que en un
sentido o en
ese caso
representa
el mundo
profano,
realice a
través de
sus
distintas
pruebas,
como la
travesía del
desierto, o
el paso del
Mar Rojo,
conducidos
también por
el eje
simbolizado
por la
columna de
fuego que
los ilumina
en la noche
y la columna
de nube que
los guía y
los oculta a
sus
perseguidores
(manifestaciones
de la
Shekinah o
"presencia"
divina),
mientras el
alimento
espiritual
aparece,
como el
rocío
alquímico,
por una
coagulación
o
actualización
que la
noche,
imagen aquí
de la
inmanifestación,
deja durante
el alba, al
rayar el día
o mundo de
lo
manifestado,
alimento que
encarna un
conocimiento
transmutado
y sostiene
el
cumplimiento
de la
Promesa
hecha a los
primeros
padres, en
el origen
del tiempo,
a un pueblo
nacido de
las entrañas
de su Dios,
o a un
pueblo a
quien la
Deidad le ha
dado el ser
en el origen
y la promesa
de su
generación o
de su
re-generación,
el que
recibirá,
por
intermedio
de Moisés,
la
revelación
del Sinaí,
que es la
Torah, la
cual en su
exoterismo
será la Ley
y en su
esoterismo
la
Revelación,
de la cual
aquella es
un símbolo,
como la
cosmogonía
lo es de la
metafísica.
El Árbol
de la Vida
El mejor guía
en este
estudio, en
este
conocimiento
simbólico y
sagrado, es
el propio
modelo, que
ha sido
revelado,
conteniendo
en sí todas
las
posibilidades
de exégesis,
de frutos
inteligibles
a los que el
hombre
pudiera
acceder,
incluyéndolos
en sí desde
el
principio,
pues es la
expresión de
la Realidad
integral y
total.
El Arbol
Sefirótico
es un modelo
especulativo,
un espejo,
11 de otras
realidades
inteligibles
y
suprainteligibles,
un diagrama
sintético
que habla de
la
constitución
del
Universo, de
la armonía
de las
partes, de
las
relaciones
entre los
distintos
planos o
mundos que
lo componen,
de las
relaciones
del hombre
con ese
mismo modelo
del
universo,
del que es
imagen y
semejanza.
Este es un
modelo que
permite
indefinidas
relaciones,
que en
cierto
sentido es
inagotable y
lo será
siempre, no
sólo por las
indefinidas
correspondencias,
analogías y
relaciones a
las que da
lugar -se
refiere a la
Totalidad
Universal-,
sino también
porque el
Conocimiento
al que se
refiere, el
que vehicula
en tanto que
modelo
sagrado, no
es el de una
suma de
datos, el de
una
acumulación
vana, sino
que promueve
la
encarnación,
es decir la
actualización,
en el
espacio
mental, en
el interior
de la
conciencia
del que
medita y
labora con
él, de
aquellas
energías o
ideas-fuerza
que lo han
conformado y
que son las
que
permanentemente
crean,
conservan y
destruyen (o
transforman)
la totalidad
del Universo
y los seres
que en él
habitan. Es
entonces un
vehículo
intermediario,
capaz de
conducirnos
de lo
conocido a
lo
desconocido,
de la
lectura
superficial
de las cosas
a su
realidad
profunda y
meta-física
a través del
viaje por
las
distintas
lecturas de
la realidad,
que
constituyen
los
diferentes
planos o
mundos que
el ser ha de
recorrer
para acceder
al
conocimiento
de su
verdadero
Origen, de
su
Identidad.
Esa visión
"otra" -que
pasa por el
olvido de lo
aprendido,
de lo
extraído de
un medio que
ignora, o
rechaza, lo
sagrado-, es
lo que
caracteriza
al símbolo
en tanto que
vehículo del
eje que, al
absorber en
sí -a
cualquier
nivel que
fuere- la
dualidad de
sujeto y
objeto, lo
hace morir
(al "sujeto"
relativo) a
una lectura,
y nacer a
otra, más
amplia y
universal,
más
incluyente y
como
anterior a
aquélla pues
está más
próxima al
origen. Es
así que del
Árbol
Sefirótico
se dice que
está
invertido
con respecto
al hombre,
pues tiene
sus raíces
en el Cielo
y sus frutos
en la
Tierra, y el
hombre,
entonces, es
un ser
caído,
identificado
con sus
literalidades,
que de
pronto puede
tomar
conciencia
de su exilio
y acceder a
estas
enseñanzas,
y volver sus
ojos al
símbolo, y
descubrir
que existe
un proceso
arquetípico:
la recepción
de una
Enseñanza
capaz de
llevarlo a
la libertad
de su ser
original por
la
efectivización
de lo que
ella le está
mostrando.
Según nos dice
René Guénon,
el ser ha de
conseguir
primero una
unidad de
pensamiento,
luego una
unidad de
acción, y
-"lo que es
más
difícil"-
una unidad
de
pensamiento
y acción. La
unidad de
pensamiento
la promueve
la doctrina,
el bautismo
por las
aguas (que
corresponde
a una
primera fase
del ascenso
por el
Árbol), la
unidad de
acción es el
rito
reiterado,
del estudio
y de la
internalización
de la
doctrina,
(incluyendo
las
adecuaciones
que ella
misma
proyecta
sobre la
vida a
través de
una imagen
del orden)
expresados
asimismo en
el
ordenamiento
existencial
de acuerdo a
la unidad
que se
intuye, y
expresado en
indefinidas
formas del
rito,
resumidas en
la
con-centración
(lo que
incluye una
ascesis como
disolución
de lo
compuesto o
como
separación
de lo sutil
y lo
grosero). La
conjunción
de ambos es
efectivización
del
conocimiento,
producida
por la
irrupción de
lo sagrado
como es en
sí mismo, lo
que hace del
individuo y
sus
condiciones
un símbolo o
discurso
simbólico en
acción: el
mito
permanente.
Esto no
quiere decir
que el
estudio, o
la
meditación,
esté
separado de
la acción,
que sea
"previo" a
ella; en
realidad ese
estudio es
un rito, y
las labores
que lo
acompañan,
el trazado
de los
símbolos,
los
ejercicios
de
respiración,
las
asociaciones
y analogías
con otros
códigos
simbólicos,
la
observación
de la
exactitud de
sus
correspondencias,
la
meditación,
es la
imitación de
un modelo
arquetípico,
o de un rito
creacional,
que se
rebate en el
espacio-tiempo
individual,
lo que por
otra parte
es lo que
todos los
pueblos
tradicionales
han hecho o
hacen
constantemente
(pues no
cabe otra
perspectiva
en su
visión,
habitando un
mundo vivo
que se
recrea
constantemente)
con lo que
conjugan
permanentemente
lo vertical
y lo
horizontal,
y las
energías de
lo sagrado,
del eje
vertical, se
expanden
entonces en
la
horizontalidad
de su
espacio
geográfico y
en su tiempo
histórico,
remitiéndolos
a su origen,
atemporal,
imagen del
Principio
inmanifestado,
donde se
establece la
comunicación
efectiva,
directa o
indirecta,
con lo
trascendente.
Esta
atemporalidad
es la
dimensión
del mito: en
la
atemporalidad
de la
Creación el
mito es
actual y
siempre
presente y
constituye
el verdadero
principio
informador
de todo
cuanto se
manifiesta,
de todo
cuanto
ocurre,
siendo lo
que se
encarna pues
no hay nada
que no esté
incluido en
él, hasta su
propia
trascendencia.
Para nosotros,
los hijos de
este tiempo
histórico, o
los
'nacidos' en
él, signado
por la
oscuridad
del fin de
un ciclo,
todo esto,
la realidad
de otros
mundos, se
ve como muy
oculta,
apenas
virtual en
lo más
interno y
velado del
corazón de
todas las
cosas, de
nosotros
mismos. Pero
ese es, sin
embargo, el
presentimiento,
o aun la
intuición de
la
inmanencia
divina, de
la
'presencia'
de lo
sagrado como
única
realidad
posible, que
todas las
cosas deben
testimoniar
como
siéndolo,
aunque nos
encontremos
que algunas
lo hacen en
forma
negativa o
como
deformaciones,
en un mundo
que a veces
se
manifiesta
como un
complot
contra el
Ser, o un
medio donde
hablar de la
"Verdad" es
sospechoso y
por lo menos
objeto de
irrisión,
cosas ellas
periféricas
con respecto
a esa
realidad
central que
ha de ser
realizada
con la
plenitud de
las
posibilidades
que le han
sido
entregadas
al hombre,
cuyo propio
desarrollo
es parejo o
simultáneo
al propio
proceso de
Conocimiento,
al
conocimiento
de la
Realidad tal
cual es,
cualquiera
que ella
sea, cosa
que es
asombrosa de
por si y que
incluye un
viaje al
inframundo,
reiterado
cuantas
veces sea
necesario, y
no siempre
por propia
voluntad,
para
despojarnos
de la
tontera, o
de la
ignorancia,
que hemos
adquirido a
muy alto
precio (el
de nuestra
propia
posibilidad
de ser),
morir una
vez más a lo
conocido y
observar lo
más pequeño
como lo más
poderoso, y
a la vez
como lo más
elevado, de
lo que
procede la
sacralidad
del mundo,
que en él
está
contenido, y
que se
manifiesta
articulado
como un
lenguaje, en
el que se
expresan los
Nombres
divinos,
(emanación
de un Nombre
inefable)
como la
Realidad
Universal,
donde todo
está
realizado y
sólo hay que
tomar
conciencia
de ello.
El Árbol de la
Vida
Sefirótico,
como modelo
de la
totalidad
del Mundo o
Universo,
expresión de
sus Números
o Númenes,
aspectos de
la Deidad
trascendente
("el
Santo,12
Bendito
sea", o el
"Uno sin
segundo"),
el que
simultáneamente
con el
Cosmos ha
manifestado
el modelo
simbólico,
es un
vehículo
intermediario
por
arquetípico,
capaz de
fecundar el
pensamiento,
y actuar
como soporte
de la
transmutación.
Verdadera
Puerta
sagrada
entre lo
conocido y
lo
desconocido,
lo que por
lo demás es
todo símbolo
en tanto que
emanación
del Logos
Spermatikos,
puesto que
porta en sí
la
idea-fuerza
que fecunda
el alma y
genera la
Memoria.
Todo ser, o
manifestación
del Ser, del
Misterio,
todo
símbolo, es
la propia
realidad en
tanto que
símbolo,
vehículo de
una energía
que abre un
espacio en
la
conciencia,
energía e
Idea que el
símbolo
contiene,
emana y es
en cuanto
tal, la que
genera el
significado
a la
inteligencia
o
universaliza
el
significado
primeramente
comprendido,
que lo
manifiesta
como
universal-trascendente,
vinculando
así lo
visible y lo
invisible,
promoviendo
que la
unidad
trascienda
las
limitaciones
del espacio
mental, y se
dirija a la
integridad
del ser,
reconstituyendo
un presente
en el que
las cosas
son por
plenitud
significativa,
a las cuales
la Gloria
divina (Hod)
articula
como
realidad
jerarquizada
haciéndolas
inteligibles
en un acto
único
(Yesod) que
es expresión
de la
Belleza
(Tifereth),
de la
relación de
lo pequeño o
de lo sin
tamaño con
el
Principio,
tanto
directamente
como en el
conjunto o
ciclo al que
pertenece o
que conforma
por su
propia
expansión, o
expresión;
todo lo cual
no es por
otra parte
sino el
propio
natural de
las cosas,
pero no como
lo que hoy
se considera
como
'natural',
sino la
Naturaleza
como soporte
y expresión
de lo
Sobrenatural,
o la Física,
en tanto que
manifestación
de la
Metafísica.
Sefer13 quiere
decir
numerar,
nombrar. En
la Tradición
hebrea
número y
letra tienen
el mismo
signo,14 no
hay un signo
diferente
para el
número,
siendo éste
un valor
interno de
la letra.
Ese modelo
es la
estructura
del cosmos
considerado
como
emanación y
manifestación
de los
Atributos
divinos, de
los aspectos
o
manifestación
de la
Unidad, o
mejor, de
aquella
Realidad, de
la que la
Unidad, la
primer
sefirah es
la primera
"afirmación".
Es también
la imagen de
un Ser
Universal o
de un
"Hombre
Universal",
Adam Qadmon,
cuya
"fragmentación"
aparente da
lugar a
todos los
seres, lo
que es
observado
como un
sacrificio,
visto desde
el lado de
la Gracia o
del Amor
(desde el
punto de
vista de los
Dêvas, en la
tradición
hindú),
porque da
lugar a la
existencia
de todo ser,
o como un
asesinato,
del lado del
Rigor (la
fragmentación
del ser
universal es
simultánea
con la
caída), lo
que
corresponde
a un sentido
'descendente'
el primero y
a uno
'ascendente'
el segundo
en la
reconstitución
de la Unidad
por el
ascenso por
los
sucesivos
planos,
correspondiente
a otras
tantas
"muertes", a
unas
lecturas más
chatas o
menores, en
todo caso
limitadas
por las
condiciones
que las
definen, por
las que se
puede
acceder al
Conocimiento.
Así vemos que,
desde la
Unidad
Arquetípica,
Kether, la
Corona, las
energías
espirituales,
creativas y
formativas,
descienden
hasta
Malkhuth, el
Reino, la
sefirah
número 10,
con lo que
se cumple el
acto de la
manifestación,
que ha dado
lugar a la
totalidad
del Cosmos,
integrado
por los
cuatro
planos que
el Arbol del
Mundo
manifiesta y
sintetiza.
El primero,
Olam Ha
Atsiluth,
Plano o
Mundo de las
Emanaciones,
es
inmanifestado
y está
constituido
por las tres
primeras
sefiroth,
Kether
(Corona, o
Kether
Elyon,
Corona
Suprema),
Hokhmah
(Sabiduría),
Principio
activo del
Cosmos y
Binah
(Inteligencia),
Principio
receptivo.15
Nos dice la
Tradición
extremoriental
que el Uno
produce el
Dos, el Dos
produce el
Tres y el
Tres todas
las cosas.
En efecto al
producir o
manifestar
al
cuaternario,
por su suma
triangular,
toda la
manifestación
está
implícita en
él: 1 + 2 +
3 + 4 = 10
(y 1 + 0 =
1),16 siendo
ésta la
manifestación
informal,
llamada por
la Cábala
Olam Ha
Beriyah o
Mundo de la
Creación, la
primera
expresión de
los
Principios
por la
afirmación
de su Unidad
indisoluble,
la
manifestación
sobre la
"Superficie
de las
Aguas" del
Logos o
Verbo
proferido en
el principio
de los
tiempos, y
por lo tanto
la 'medida'
del Mundo,
que es una
realidad
inteligible
y constituye
la
proyección
del Hombre
Universal,
cuyo símbolo
es la cruz,
como
intermediaria
y estructura
del círculo
y el
cuadrado.
El 4 es la
irradiación
indefinida
de la
creación, el
número de la
creación,
determinada
por la
consideración
de una
realidad
distinta a
los
principios
(3 +1 =
4),17 Olam
Ha Beriyah,
el Mundo o
Plano de la
Creación
está
constituido
por las
sefiroth
Hesed,
Gracia (Nº
4),
Gueburah,
Rigor (Nº
5), también
llamada Din,
Juicio, y
Tifereth,
Belleza,
Esplendor o
Misericordia,
la sefirah
Nº 6, que es
el Corazón o
Centro del
Arbol
Sefirótico,
que une lo
alto y lo
bajo, la
derecha y la
izquierda en
el Arbol, o
sea lo
trascendente
y lo
inmanente,
lo activo y
lo pasivo,
lo masculino
y lo
femenino.
Estas
Numeraciones
o luces
sefiróticas
son los
arquetipos
creacionales,
sintetizados
en Tifereth,
y así todo
pueblo
tradicional
se considera
como
viviendo en
el Centro
del Mundo y
ordena su
existencia
con respecto
al
cuaternario
en el que se
proyecta el
espacio y el
tiempo. Pero
es el hombre
verdadero el
que encarna
el centro en
ese espacio
o para ese
espacio o
plano y le
corresponde
el Nº 5,
como centro
de la cruz y
asimismo
como
quintaesencia
del
cuadrado, de
la
proyección
de lo
celeste en
lo
terrestre,
de la cruz
que une o
que es común
a lo
circular y a
lo cuadrado,
tal como se
ve en la
figura del
"Paraíso
terrestre"
que es
circular y
de cuyo
centro
parten
cuatro ríos,
los que se
dice están
en relación,
por las
consonantes
de la
palabra
PaRDéS, con
los cuatro
sentidos o
niveles de
lectura en
profundidad
de las
Escrituras,
los que
corresponden
a los cuatro
planos del
Arbol.18
Los dos
triángulos
del Sello de
Salomón, o
Escudo de
David, son
una
expresión
simbólica
del Nº6, uno
invertido
respecto al
otro, el
triángulo
con el
vértice
hacia arriba
se refiere a
los
Principios y
el triángulo
con el
vértice
hacia abajo
es un
símbolo de
la copa y se
refiere al
corazón: es
el reflejo
de aquellos
Principios,
y en el
Sello de
Salomón
ambos se
equilibran y
se conjugan.
Uno, el del
corazón,
está
invertido
con respecto
al otro, y
son la
conjunción
de lo creado
y lo
increado, de
lo divino y
lo humano,
que deberá
retornar al
principio
por la misma
vía por la
que ha
descendido,
para
identificarse
con lo
Inmanifestado,
lo que será
idéntico a
realizar la
integración
del Eje que
une los
cuatro
planos de la
Creación, a
lo que se
refiere la
Cábala como
a la
"reconstitución"
efectiva del
Nombre
Divino,
formado por
las cuatro
letras del
Tetragrama:
Yod, Hé,
Vau, Hé,
cuya
pronunciación
ya no se
conoce, o
que es
impronunciable,
con cada una
de las
cuales está
asimismo en
correspondencia
uno de los
planos del
Arbol.
Estos planos
son
invisibles,
excepto Olam
ha Asiyah,
el de la
Concreción o
Manifestación
material,
que es el de
la
percepción
de los
sentidos.
Son otros
Mundos que
están en
éste, o son
otras
lecturas de
este mismo
mundo, las
que pueden
ser,
evidentemente,
completamente
invertidas,
como nos
muestra la
simbólica de
la unidad
aritmética
con respecto
a la Unidad
metafísica,
y esos
mundos
pueden ser
indefinidos,
pero estos
arquetipos o
modelos
divinos se
incorporan,
se
manifiestan
en símbolos,
que
constituyen
la expresión
sensible e
inteligible
de esas
realidades.
En cada
plano hay
asimismo un
Arbol, y en
cada
sefirah,
pues el Todo
está en la
parte, no
pudiendo
haber, de
otra manera,
la
posibilidad
de la
analogía;
como en
cualquier
cifra, sin
importar sus
dígitos, el
1 está
presente
(pues esta
es la suma
de él con
todos los
restantes
que la
totalizan),
así está en
las cosas,
más o menos
oculto, más
o menos
recubierto
por los
velos de la
forma o la
substancia,
sutil o
grosera, el
Principio
que es su
origen.19
Estos
ropajes
dejan de ser
tales cuando
se
constituyen
en símbolos,
en cuyo caso
son objetos
y aun
sujetos del
Arte, pues
lo
conforman,
en cuanto
que lo
manifiestan,
comunicando
la energía y
el
"espacio",
si así
pudiera
decirse, de
lo divino,
lo que
incluye
asimismo,
desde otro
punto de
vista, lo
verdaderamente
humano. El
plano o
Mundo de las
Formaciones,
Olam Ha
Yetsirah,20
está
constituído
especialmente
por las
sefiroth
Netsah (Nº
7),
Victoria,
Hod (Nº 8),
Gloria, y
Yesod (Nº
9),
Fundamento,
o Fundación.
La primera
es la
energía
positiva de
la Gracia
que desborda
la
insuficiencia
de lo que
sin ella
sería puro
vacío y
muerte,
nadidad e
insignificancia,
y la segunda
la restringe
al producir
el
equilibrio
entre los
elementos de
la Creación,
que han de
manifestar
también en
su conjunto
el orden y
la armonía
que
constituyen
la
manifestación
como imagen
y expresión
de la
Unidad, "Los
Cielos y la
Tierra
narran la
Gloria de
Dios", dice
el texto
sagrado.
Estas dos
sefiroth,
sintetizadas
en Yesod -el
acto creador
constante y
virgen que
da la vida,
alma y
espíritu
permanentemente
a todas las
cosas- hacen
descender
las energías
espirituales
de todo el
Arbol, a la
inmanencia
divina,
Malkhuth, la
sefirah que
constituye
el plano de
Asiyah, en
la cual
están
contenidas
las
anteriores,
la "Reina" o
"esposa del
Rey"
(Kether,
constituyendo
Beriyah y
Yetsirah el
"Reino") lo
que se
manifiesta
como
inmanencia
divina en el
seno de la
Creación, en
el que todos
los seres
manifestados
son una
realidad
sagrada y
significativa,
como un
lenguaje
arquetípico
que conforma
el Libro de
la Vida, en
el que el
ser humano
está
incluído
como agente
consciente
capaz de
tomar
conciencia
de esas
realidades y
de unir la
horizontalidad
y la
verticalidad
en sí mismo,
al ser un
símbolo que
depende del
Polo celeste
por su
naturaleza
axial.
"Cosmografía
Bíblica".
Introducción
a los
Símbolos
Al plano de
Beriyah y al
de Yetsirah
corresponden
respectivamente
el Aire y el
Agua entre
los
elementos,
así como al
de Atsiluth
el Fuego y
al de Asiyah
la Tierra.21
Los dos
primeros
conforman lo
que se llama
las Aguas
Superiores y
las
Inferiores,
refiriéndose
las primeras
a las
posibilidades
informales y
las segundas
a las
formales.
El Arbol, como
Eje, traduce
la situación
de la Unidad
en distintos
planos, es
decir de
todo el
Arbol, suma
integral de
los aspectos
divinos, de
donde emanan
todas las
posibilidades,
ya sea en el
plano
individual
(que
corresponde
a la mitad
inferior del
Huevo del
Mundo) o en
el universal
(la
superior),
las que
obedecen al
mismo
Modelo, el
cual es
susceptible
de una
lectura
arquetípica
(el plano de
Atsiluth),
anterior a
la
diferenciación
y posterior
separación
del Sujeto y
el Objeto
propia de la
caída en lo
individual
por apego o
"hipnosis"22
con las
formas que
constituyen
la
existencia,
cuyo
enrulamiento
en ciclos
indefinidos
conforma
alguna
espiral de
la serpiente
cósmica, la
que sin
embargo
considerada
en forma
integral
constituye
un símbolo
del Verbo.
Esta caída
es generada
por el
hombre como
agente o
parte del
Demiurgo,23
de donde la
necesidad de
la labor de
construcción,
o
reconstrucción
de la
integridad
perdida, lo
que no es
sino
mediante el
sacrificio,
asesinato o
muerte
ritual en el
que es
vencida,
asumiéndola
ante el
Origen o
verdad total
(integral e
integradora),
la tendencia
oscura del
Demiurgo,
generadora
de la
fragmentación,
la
ignorancia y
la muerte,
la que será
transformada
en su origen
arquetípico,
no
invertido,
la pura
receptividad
divina
(Binah),
mitad del
Andrógino
universal,
cuyo paredro
es la
Sabiduría
(Hokhmah),
de la que se
dice en el
Libro
sagrado que
"está
siempre con
el Creador
(YHVH) en
todas sus
obras".
Las dos
mitades del
"Huevo del
Mundo" -cuyo
ecuador lo
constituye
la tierra
prototípica
en la
"Superficie
de las
Aguas"-
están en
relación con
las
espirales
evolutiva e
involutiva
que dependen
de los dos
polos.24
El círculo
corresponde
a lo
celeste, y
el cuadrado
a lo
terrestre;
son análogos
y
correspondientes,
porque
tienen el
mismo valor
numérico:
tienen ambos
360º (3 + 6
+ 0 = 9)
estando
signados por
el 9; siendo
que los 360º
están
constituidos
en ambos
casos por 4
ángulos
rectos
dispuestos
de manera
distinta. Lo
que en el
círculo es
interior,
los 4
ángulos que
miden la
circularidad,
en el
cuadrado es
exterior. Es
decir, que
hay una
inversión,
entre lo
celeste-invisible
y lo
terrestre-visible
(tomando a
la vista
como
síntesis de
los
sentidos). Y
también está
plasmado, el
cuadrado, en
el modelo de
la ciudad
tradicional,
imagen de la
Jerusalén
Celeste,
siendo el
primero (el
modelo del
Paraíso)
"ascendente"
por su
relación con
lo circular
y celeste,
de lo cual
es la
"base", y la
segunda
"descendente",
como
manifestación
de esos
arquetipos
creacionales.
Otra expresión
de lo mismo,
en la que
podrían
verse los
prototipos
de las siete
tierras
(comprendidas
en la
"tierra de
los vivos"),
o de los
siete dwîpas
de la
tradición
hindú, son
los
"cuadrados
mágicos", a
los que se
designa con
el nombre de
los
planetas,
siendo el
primero el
llamado
"cuadrado
mágico" de
Saturno
(planeta que
corresponde
a Binah en
el Arbol
sefirótico)
el cual está
formado por
9 cuadrados,
de 3 por
lado, cuyo
cuadrado
central
tiene por
valor 5
estando los
restantes
valores
colocados
según 4
diferentes
combinaciones
(alternándose
par e impar)
refiriéndose
a los 4
elementos,
numerados
del 1 al 9,
y tiene la
particularidad
de que los
valores
numéricos
que incluye,
sumados en
todas las
direcciones
en los
cuatro
casos, suman
lo mismo,
que es 15. O
sea que ese
cuadrado es
la expresión
de la
energía
contenida en
el número 5.
El número 15
es el número
triangular
del 5, la
suma desde
el 1 hasta
el 5 da la
expresión de
la energía
creacional
que se
manifiesta
en él de ese
modo. Ese
hombre
verdadero, o
ese estado
verdadero de
lo humano es
el reflejo
en un plano
de una
energía
mediadora
que él
conoce o
reconoce en
sí mismo.
Los "cuadrados
mágicos"
expresan la
naturaleza
de los
planetas o
estrellas,
señales en
el
firmamento
que se halla
bajo el
trono
divino;
siendo cada
uno un sello
de las
energías
divinas que
manifiestan
a través de
los números
y las letras
(de
vinculaciones
indefinidas)
mándalas de
su propia
naturaleza,
modelos por
los que se
entra en
contacto con
ellas, que
son las que
ordenan el
Alma del
Mundo y por
la
comprensión,
la
inteligencia
del hombre,
a la que
generan.
En la Cábala,
las letras
son la
manifestación
del aliento
divino, las
que estaban
junto a la
Deidad y
fueron
convocadas
para la obra
de la
Creación.
Al considerar
los números,
en cuanto
todavía se
manejan
términos
cuantitativos,
hay que
aplicarlos
muchas veces
a otras
cosas para
entender sus
aspectos, o
para hacerse
una idea más
"cabal" de
lo que los
números
significan o
representan.
Pero las
letras (de
una lengua
sagrada) son
asimismo el
cuerpo y la
forma del
número, o
más bien de
lo que el
propio
número
representa
en el
conjunto del
código
numérico. En
realidad, no
habiendo una
cifra
distinta a
la letra
para
graficar al
número,
salvo una
palabra, se
conoce a
éste por lo
que de él se
dice y por
lo que la
propia
palabra
manifiesta,
en tanto que
es una
configuración
simbólica,
constituida
a su vez por
elementos
simbólicos,
las letras y
su propia
constitución,
y
susceptible
de
interpretaciones
o análisis,
no sólo
etimológicos,
sino
aquellos que
incluyen los
métodos
cabalísticos
de la
Gematría, el
Notarikon y
la Temurah,
los que
consideran
la palabra y
la letra
desde
distintos
ángulos y
posibilidades,
a lo que
habría que
añadir la
propia forma
de la letra,
que es
susceptible
de una
lectura
individual,
cósmica y
principial.
Siendo
integrales y
significativas
en su forma
(como
"descenso"
de las ideas
o arquetipos
del
Conocimiento)
son el
prototipo de
los seres
creados, de
su
constitución
y de la
amplitud de
sus
relaciones,
la suma de
los cuales
es la
manifestación
universal,
siendo ellas
así el
prototipo
del Libro de
la Creación
que en ellas
y en lo que
ellas
conforman o
pueden
conformar en
su
articulación,
está
contenido,
de tal
manera que
es más real
en cierto
sentido el
Libro
Sagrado que
la
manifestación
de los seres
individuales,
que en él
encuentran
el arquetipo
de las
posibilidades
de su ser,
sobre todo
en los
tiempos de
una
multiplicidad
en la que la
idea de
orden
(cosmos)
queda
relegada al
aparte de un
código
sagrado que
no debe ser
invadido o
disminuido
por lo
profano,
cuando sin
embargo es
nada menos
que una
lengua
origen y
soporte del
pensamiento
humano, como
participación
y reflejo
del
pensamiento
Universal,
en la que se
dan en
simultaneidad
y por lo
tanto
adecuadamente
a la
naturaleza
de las
cosas, los
cuatro
planos de
lectura, de
conocimiento
e identidad,
en los que
se articula
lo inefable,
lo que se ha
manifestado
en todas las
cosas, las
que se
alejan en su
indefinitud
y se reúnen
en su
Unidad, o
Nombre
arquetípico,
al
constituirse
en letras
simbólicas.
La letra yod
(a la que
corresponde
una
simbólica
análoga a la
del grano de
mostaza)
tiene por
valor 10 y a
ella
corresponde
el Plano de
las
Emanaciones,
el de los
Principios
(lo que es
"emanado" es
sin
separación),
o sea, todo
el Árbol
está
contenido
sintéticamente
en él. Al
mismo tiempo
la yod es la
letra más
pequeña del
alfabeto
hebreo y con
ella, o a
partir de
ella, se
forman todas
las demás
letras. En
primer lugar
con ella se
forma el
alef, que se
considera
constituido
por 4 yod,
que, en ese
caso, desde
ese punto de
vista,
aunque su
valor como
letra es
uno, se
considera
que tiene el
valor de 40,
lo que son
las 10
sefiroth en
los 4
planos.
Según esa
simbólica,
toda la
manifestación
del Árbol,
es la
pronunciación
de una
Palabra, o
la
articulación
de un sonido
primordial,
que es el de
la letra A,
la letra más
abierta, el
primer
sonido, y
las demás
proceden
como
modificaciones,
como las
determinaciones
articuladas
de ese
sonido
primordial.
Por cierto,
la misma
boca humana
es una
imagen del
Cosmos: el
paladar (de
paladium=verdad)
se refiere
al Cielo (a
la bóveda
celeste), el
maxilar
inferior a
la Tierra,
signada
también por
el
movimiento y
lo visible,
y la lengua
al hombre
mismo, e
incluso
podríamos
recordar
también que
siendo 32
los senderos
del Árbol,
los que
reúnen las
sefiroth,
están en
correspondencia
también con
la dentadura
humana. O
sea, que el
hombre es
completamente
un símbolo;
no tiene
nada, más
bien no
somos. No
somos en
cuanto a
algo
separado. En
ese sentido
nuestra
identidad
particular
es más bien
algo
'extraído'
de un medio
relativo, lo
cual ha de
ser
reabsorbido
en la
totalidad
del símbolo
para nacer a
otro plano
donde esas
particularidades
no tienen
importancia,
o más bien
son otra
cosa, que no
puede dejar
de ser sino
el reflejo,
también
simbólico,
de la misma
Idea
creacional.
Este modelo
cuaternario
que antes
considerábamos
en forma
vertical,
como
"descendiendo"
de lo
invisible a
lo visible,
rebatido en
el plano, es
lo que ha
conformado
esencialmente
los modelos
arquitectónicos
tradicionales
de todas las
culturas,
desde los
más simples
a los más
complejos y
desarrollados.
Constituye
la síntesis
de todo el
espacio
geográfico y
del tiempo
sagrado de
esas
culturas y
por lo tanto
de los que
las habitan
y se
identifican
con su
esencia
sagrada. Por
otra parte,
nosotros
conocemos
esas
realidades
por su
expresión
sensible en
la cual
ellas están
contenidas,
al hacerse
presente su
realidad
inteligible
en la
caverna del
corazón. En
la tradición
hebrea, se
dice que "en
medio de los
pueblos está
Israel, en
Israel
Jerusalén,
en Jerusalén
el Templo, y
en el Templo
el Sancta
Sanctorum",
lo que es
una
expresión en
la
horizontalidad
terrestre,
ligada con
la simbólica
de la
peregrinación
al Centro,
de esos
cuatro
planos o
niveles, que
en realidad
han sido
emanados del
Centro
mismo, pues
por la
fundación,
por la
actualización
de ese
Centro, es
que a partir
de él se ha
expresado la
totalidad de
ese mundo
que se
nombra, que
existe y que
articula
todas esas
posibilidades
indefinidas
que se
ordenan
gracias a
él,
constituyendo
un Cosmos.
Asimismo, en
el Templo,
miniatura
del Mundo,
así sea una
tienda o un
edificio en
piedra, en
el que se
produce la
entrada al
espacio y al
tiempo
sagrados y
el retorno
al Centro y
a la
vertical,
también hay
varios
niveles de
lectura que
corresponden
a una
profundización
y a una
llegada al
verdadero
Sí-mismo
(por la
salida por
la abertura
superior de
la tienda o
su análogo
el ojo de la
bóveda o
cúpula).
Desde la
puerta, que
correspondería
a lo que
comunica el
Plano de
Asiyah con
el de
Yetsirah, lo
que permite
pasar del
espacio
profano, que
es el de la
literalidad
sensible (o
mentalidad
literal) a
otro en el
que por muy
insuficiente
que sea la
comprensión,
tal vez
balbuciente,
existe una
apertura al
misterio que
se halla
tras los
ropajes del
símbolo. La
entrada al
templo se
produce por
una
conjunción
de opuestos,
por entre
las dos
columnas o
marco de la
puerta, que
a su vez es
una imagen
del templo y
del Arbol
entero y
significa al
menos una
toma de
conciencia
en el Plano
de las
Formaciones,
y la sefirah
Yesod, en
este caso,
corresponde
a las aguas
del bautismo
cristiano,
lo que está
ligado a la
recepción de
la Enseñanza
como capaz
de regenerar
la visión
del mundo,
de regenerar
las imágenes
y generar un
centro en el
que todas
esas
imágenes van
teniendo
sentido, o
un primer
sentido, que
promueve ya
de alguna
manera una
reunión de
lo disperso
y provoca
una
separación
entre lo
sutil y lo
grosero, en
la que irán
participando
de ahí en
más los
restantes
elementos,
análogos a
lo que el
plano de las
vicisitudes
individuales
representan.
Entre el
baptisterio
(que en
ocasiones se
halla fuera
del templo,
previo a la
entrada) y
el altar se
ubican en el
templo
cristiano
los
laberintos,
los que
recorridos,
en forma
ritual,
promueven el
abandono de
lo
aprendido,
la
rectificación,
"por la
escuadra",25
gracias al
empuje de un
nuevo ser
que se
auto-genera,
lo que no es
sin los
dolores,
oscuridades,
vacilaciones
y temores de
una
gestación,
promoviendo
más allá de
ello el
nacimiento a
lo
verdaderamente
sagrado, a
la identidad
que se dará
en el altar
o corazón
del templo,
que
corresponde
al bautismo
de fuego.
Sobre él se
halla el
sagrario,
que
reproduce en
pequeño al
Templo
entero,26
el que se
encuentra en
la vertical
del ojo de
la cúpula, o
en su caso,
de la clave
de bóveda o
piedra
angular.
NOTAS
1
Adam Qadmon, o
Kadmon, es
el "Hombre
Universal",
idéntico a
Dionisos
Zagreus, a
Osiris, o el
Arbol
Yggddrasil
de la
tradición
escandinava.
2
Lugar de
Palestina en
donde se da,
en un tiempo
y espacio
determinados,
en relación
a su vez con
otros
personajes y
hechos
históricos,
un hito más
en la
historia
sagrada de
la Cábala,
siendo una
vivificación
de este
pensamiento
tradicional.
3
En ella se
afirma que
las sefiroth
de
construcción,
al recibir
la luz
infinita de
las tres
primeras, no
han podido
resistirla y
se han
quebrado, de
donde el mal
-el
desequilibrio-
en el mundo.
4
El "hombre
verdadero"
es al
contrario la
síntesis del
propio libro
de la
Creación (el
Liber Mundi
o Liber
Vitae de los
Rosacruces)
y siendo ya
a partir de
ahí "uno con
El que
escribe en
él" es
también el
vaso en cuyo
exterior
está grabada
la Tradición
primordial.
5
El origen es
suprahumano;
en la
proyección
del tiempo y
el espacio
se dice que
"el origen
se remonta
más lejos y
más alto que
la
humanidad"
(René Guénon).
6
Ver Federico
González "El
Ser del
Tiempo"
SYMBOLOS Nº
7.
7
Hecha por El-Shaddai,
el Dios
Todopoderoso,
o el
Omnipotente,
que a su vez
le había
ordenado su
peregrinación.
8
Ver René
Guénon: El
Rey del
Mundo, Cap.
VI.
9
Cf. Cap. IX.
10
Estas, como el
zodíaco,
tienen como
arquetipo a
lo que en la
tradición
hindú son
los doce
Adîtyas
(hijos de
Adîti,
"indivisible"),
formas o
aspectos del
único Sol
espiritual,
siendo la de
Judá la que
encarna
directamente
el aspecto
guerrero y
solar y en
la cual nace
el Avâtâra.
11
Especulación
"significaba
originalmente
observar el
cielo y los
movimientos
relativos de
los astros
con la ayuda
de un
espejo" (Roland
Nguyen Khac-Man:
"Reflexions
sur le
miroir",
Travaux de
la Loge
nationale de
recherches
Villard de
Honnecourt,
Nº 18,
1989), lo
que da una
perspectiva
como si se
miraran
desde lo
alto las
órbitas
planetarias,
viéndose su
rotación en
sentido
contrario al
que se
percibe a
simple
vista, y por
otra parte
sin observar
directamente
al cielo
astronómico.
12
Kadosh
significa en
hebreo
"puesto
aparte,
separado".
Dicc. de la
Biblia,
Herder,
Barcelona
1981.
13
La luz
sefirótica
(cifra,
libro) es un
universo.
Cada esfera
es un mundo,
el mundo o
cosmos a una
luz, que
puede ser
más luz que
forma, sin
perjuicio,
valga la
redundancia,
de que la
propia luz
sea una
forma, en
tanto que es
una
manifestación,
por lo que
hay asimismo
una luz
inmanifestada,
que sin
embargo
sigue siendo
luz, la que
es
arquetípica,
o sea el
principio de
lo que pueda
llamarse así
y en donde
toda luz
encuentra su
origen. Sólo
que en este
último caso
se considera
el origen y
la cosa
originada
como
distintos o
a distancia
(con la
distancia de
la
objetivización
emanada de
un sujeto
relativo), y
en el
primero la
cosa es él,
contenida en
y por el
arquetipo,
que
constituye
toda su
realidad.
Una longitud
de onda que
es la imagen
de un cielo,
ciclo o
estado del
ser, el que
no tiene por
qué ser una
reiteración
sensible
fragmentaria,
sino una
integración
contenida o
transmutada
en su límite
(ver R.
Guénon: Les
Principes du
Calcul
Infinitèsimal),
el que es
una 'cifra'
que, no
habiendo
salido de la
Unidad, es
una
'emanación'
de la misma.
Si esta es
una labor
permanente,
es por la
completa
transmutación
alquímica
que se
cumple la
liberación.
14
Otras
tradiciones
tienen
distintos
símbolos
para los
números,
refiriéndose
a la
cantidad o a
la cualidad
o cualidades
que cada
número posee
por sí o en
relación con
otros
números u
otros
conceptos.
15
Leo Schaya: El
Significado
Universal de
la Cábala,
"El
Pensamiento
Divino, el
Eterno y
Supremo
Arquetipo
del
pensamiento
humano,
tiene dos
aspectos
esenciales:
por una
parte es
Sabiduría
meta-cósmica,
por la otra
es
Inteligencia
cósmica. Por
su
Sabiduría,
conoce su
Realidad
inmanifestada
e infinita,
y por esta
Inteligencia,
conoce su
manifestación
y la
creación que
emana de
ella, que es
existencia
limitada y
transitoria.
Su Sabiduría
determina
los
arquetipos
increados,
su
Inteligencia
los
manifiesta
como
realidades
espirituales
y
supraformales
que a su vez
se revisten
a sí mismas
de
substancia
sutil y
materia
densa a fin
de dar
nacimiento a
los cielos y
la tierra".
16
Esto mismo
ocurre
también en
los
siguientes
planos: el
número con
el que
comienza el
Plano de las
Formaciones
(Olam Ha
Yetsirah),
el número 7,
es igual a 1
+ 2 + 3 + 4
+ 5 + 6 + 7
= 28 = 2 + 8
= 10; y el
número 10,
que
corresponde
a Malkhuth,
la
concreción
de todas las
energías del
Arbola, es
de 55 = 5 +
5 = 10. Lo
que junto
con el 1 que
además es
número
triangular
de sí mismo
(0+1=1) nos
muestra que
cada Plano o
Mundo es
expresión o
manifestación
de la
Unidad, que
se
manifiesta
en él de
modo más
múltiple o
recubriéndose
con más
velos, hasta
llegar al
número 10,
que también
se ve como
el punto
central
dentro del
círculo (1 +
9 = 10), la
Inmanencia,
o sea el
punto
inaprehensible
que está en
el
"interior"
de las cosas
que
percibimos
(y que no es
accesible a
los
sentidos).
Malkhuth es
a su vez el
Kether de un
nuevo Árbol,
cuyos
números
triangulares
serán cada
vez más
grandes
aunque
asimismo
afirmen
específicamente
la unidad en
su sucesión
al principio
de cada
plano,
siendo su
multiplicidad
numérica,
por
comparación
con la
simplicidad
de los
números con
que se
numeran
todas las
cosas, una
imagen de la
reducción de
lo Universal
a lo
particular,
de la
encarnación
de los
arquetipos
en seres,
supraindividuales
e
individuales,
conjuntos,
especies,
galaxias y
cosas.
17
Desde otro
punto de
vista
anterior y
más elevado
por el Uno
en sí mismo
(no
manifestado,
idéntico al
Cero
metafísico)
sumándose al
Ternario
como
manifestación
de la Unidad
, lo que se
refiere en
realidad a
la totalidad
del Arbol
considerada
como "la
expansión
total de la
Unidad,
simbolizada
por la cruz,
cuyos cuatro
brazos están
formados por
dos rectas
indefinidas
rectangulares,
que se
extienden
así
definitivamente,
orientadas
hacia los
cuatro
puntos
cardinales
de la
indefinida
circunferencia
pleromática
del Ser,
puntos que
la Cábala
representa
por las
cuatro
letras del
Tetragrama,
(René
Guénon:
"Remarques
sur la
production
des
Nombres", en
Mélanges,
Gallimard,
1976).
18
Daath, que
significa
Conocimiento
no es ni
manifestado
ni no
manifestado,
salvando el
abismo, por
el "sentido
de
eternidad",
virtualidad
del
Conocimiento
Supremo que
se da más
allá de la
Corona
(Kether) la
cual, como
símbolo (una
de cuyas
formas la
constituye
el sombrero
del Arcano I
del Tarot de
Marsella) es
una forma de
la Puerta
(el Ser) que
lleva al
No-Ser y a
través de él
a la
No-Dualidad,
por lo que
constituye
en sí misma
un verdadero
símbolo del
vórtex
universal,
en el que se
constituye
lo afirmable
en el seno
de lo
incognoscible
(Ain),
unidos
(estos que
no son
ambos) por
el
conocimiento
de lo que es
cognoscible
(la
manifestación
en la unidad
de su
principio
inmanifestado,
el Ser), y
de lo que es
incognoscible
(No-Ser),
que queda
afirmado por
su
ilimitación,
trascendidos
por y en la
Identidad
del Sí-Mismo
(No-Dualidad).
(Ver R.
Guénon: El
simbolismo
de la cruz,
Cap. XX y el
apéndice
final de
Símbolos
Fundamentales
de la
Ciencia
Sagrada).
19
También se
dice, con
respecto a
las
diferencias
particulares
y a las
distintas
naturalezas
y grados de
lo
individual,
que "todo
metal
llegado a su
perfección,
es oro". Los
metales son
en el
interior de
la tierra,
lo que los
planetas o
las
estrellas en
el cielo,
correspondiendo
el oro al
sol y al
centro
(Tifereth).
A Binah le
corresponde
Saturno y el
plomo, a
Hesed
Júpiter y el
estaño, a
Gueburah
Marte y el
hierro, a
Netsah Venus
y el cobre,
a Hod
Mercurio y
el mercurio,
a Yesod, la
Luna y la
plata y a
Malkhuth la
Tierra, en
cuyo
interior se
hallan estos
metales. A
Hokhmah le
corresponden
las
estrellas
fijas, o el
zodíaco, no
teniendo
correspondencia
metálica, y
a Kether la
polar entre
las
estrellas,
como puerta
a lo que
está más
allá de la
bóveda
celeste.
20
A este Plano
corresponde
en el
microcosmos
el alma
inferior,
mientras que
al de
Beriyah el
alma
superior y
al de
Atsiluth el
espíritu,
así como el
cuerpo al de
Asiyah.
21
Por otra
parte, según
la división
del Arbol en
tres
columnas, a
la central
(Columna o
Pilar del
Equilibrio)
corresponde
el Aire y a
las
laterales
(las de la
Gracia y el
Rigor,
encabezadas
por Hokhmah
y Binah ),
el Fuego y
el Agua
respectivamente,
hallándose
el éter
(Avir) en el
interior de
todos ellos,
el cual,
junto con la
Shekinah (la
"presencia"
divina) y
Metatron (el
Agente de
las
Revelaciones
y las
Teofanías)
constituye
los tres
intermediarios
divinos.
22
Hypnos es
originalmente
el Sueño, en
la mitología
griega.
23
Ver "A propos
du Gran
Architecte
de
l'Univers",
en Etudes
sur la
Franc-Maçonnerie
et le
Compagnonnage,
T. II, así
como "El
Demiurgo".
24
Ver Federico
González:
art. citado,
págs. 19 y
22.
25
En la que se
unen la
vertical y
la
horizontal.
26
Asimismo la
planta y la
fábrica del
templo
románico
manifiestan,
por la unión
del
semicírculo
del ábside y
el
cuadrángulo
de la nave,
la relación
Cielo-Tierra.
LA CABALA O EL
ÁRBOL DE LA
VIDA
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